miércoles, 28 de enero de 2009

SOLILOQUIOS: EL SECRETO SIEMPRE MAYOR...P. Fr. Alberto Enrique Justo O.P.




Algo he de decir de todo ello... Sólo "algo", desde luego muy poco. Desde hace mucho tiempo yo camino en padecimientos de todo género. Algunos he tratado de eludirlos, otros no. El sufrimiento ha sido, para mí, una escuela constante que me ha llevado al "lugar" donde ahora estoy... Es claro que no se trata de "un" lugar ni de nada. Es esta una cima o un valle, un paraje que se levanta y adquiere dimensiones indescriptibles. Son perspectivas secretas, es el Misterio, es todo eso que no se dice, pero que habita, sin duda, en el corazón.
Yo he oído, una y otra vez, esta Palabra: Mi Padre y Yo vendremos a él y haremos en él morada. Sé que esta promesa, revelación incesante de una realidad cada vez mayor, se cumple -sin duda- por Gracia de Dios. Esta "morada" es templo y es desierto, y es imposible hablar de ella. Lo único que podemos hacer es señalarla. En esto descubrimos la vocación de María, engendrando al Verbo por la Fe en el corazón...
Podemos pues señalar, podemos recordarnos -siempre y cada vez- esta condición que nos transforma y nos hace nuevos. Pero no hemos de abusar de las imágenes. Ahora todo es patrimonio de un silencio que supera cualquier otra instancia...
No existe soledad sobre la tierra comparable a este desierto interior que es el corazón abierto para Dios. "Desierto", es, en todo caso, un modo de señalar la ocasión, la apertura del alma, su disposición. El Señor llama y halla la casa vacía de cuanto pudiera impedir su ingreso y su entrañamiento y morada.
Dios está aquí. Es la verdad... Pero lo importante, ahora mismo, es que todo calla. Su Presencia ha arrebatado cualquier posibilidad. Y, atendamos muy bien: cualquier misión o trabajo futuro queda muy por debajo de esta su irrupción que estalla sin imitación. Las comparaciones y las consecuencias no existen. Sólo Él y nada más.
Quizá sea éste un punto de atención y de meditación: casi todas las cosas y sucesos que se agolpan en las puertas y las baten con sonido ensordecedor, no existen en realidad. Es fundamental aprender a deslindar, a separar, a cortar... La educación en el silencio y en la disposición para con Dios comporta esta sordera y ceguera del corazón, que ha de volverse indiferente a tentaciones, pruebas, solicitaciones y heridas provocadas por cualquier entorno, cercano o lejano.
Ahora bien: el mejor modo de lograrlo es aceptar la existencia (por decirlo así negativa) de semejantes arañazos. Es parte de la pedagogía divina ponerlos en juego, pero no para molestar o mortificar, sino para discernir y olvidar. Sobre escalones es preciso subir, pero sin observar los pies. Lo importante es mirar hacia arriba, hacia nuestro destino. Se trata de despreciar, a saber: quitar precio y valor y, en los casos señalados, compadecer de verdad.
Es un arte nuevo, una nueva ascesis, que tiene por objeto liberarnos de un tipo de acedia característico de esta hora de pruebas y tentaciones. Dios permite este asalto, pero nos da las armas para defendernos con eficacia. Es el modo divino. En efecto, no quita la dificultad sino que nos da lo necesario para superarla. Y esto viene de la naturaleza y de la gracia.
No es posible ya ignorar las características de esta hora en la que se enmarca nuestra vida espiritual. Precisamente porque el rigor y la severidad de sus instantes han de decirnos y señalarnos el valor del caminar.
Los medios ascéticos, que en lo fundamental no varían nunca, hallan -sin embargo- un particular aporte, una dimensión que en otros momentos de la historia no se manifestaban de esta manera. Los trabajos y la perseverancia en la Fe tienen hoy, indudablemente, características originales, pruebas especiales, que no podemos ignorar.
Y decimos esto, en primer lugar, de la vida contemplativa, que es la cima de la vocación humana. Las tentaciones de ayer palidecen ante ciertos "asaltos" de hoy. Las ya viejas "ideologías" o los rumores de moda son un permanente desafío para el cristiano que busca la santidad. El entorno amenazador y brutalmente laico y activista, en caída cada más acentuada en lo secular, conspira como jamás lo hiciera antes. Sin duda porque en este tiempo el signo evidente es una crisis sin precedentes en la Fe. Y esto no se manifiesta lejos, no se descubre distante, como asunto de más allá de las fronteras. Esto ocurre en casa y, más que en casa, en los corazones desalentados, desorientados y embotados por el palabrerío y las pompas del mundo.
Estas confusiones, los descarrilamientos y las desorientaciones forman parte ya de un acervo de corte ascético que no podemos dejar librado a la variabilidad o al antojo de situaciones o de corrientes de opinión... Entonces, una vez asumida la existencia de todo ello, pasaremos a valorar estas pruebas y la fidelidad que, consiguientemente, se requiere de quienes han de enfrentarlas.
Llamo ascético a este camino porque comporta una lucha que ha de ser bien consciente. Una primera impresión nos lleva a deducir que cualquier persona no halla, al alcance de la mano, una guía segura y cierta. Si se enfrasca en la lectura y recurre a los textos que abundan por todas partes, topará con opiniones y pareceres de todo color. Si acude al consejo de otros, quedará con mayor confusión todavía... Generalmente los responsables no saben bien lo que les compete o carecen de la experiencia necesaria para acoger un pedido de ayuda o brindar lo que de ellos se aguarda.
Todo esto sucede con enorme frecuencia y nadie se toma el trabajo de constatarlo y de preguntarse acerca del problema. Pero semejante situación no puede resolverse ni cambiarse en pocos días. Se requieren años para la gestación de una escuela espiritual con raigambre en la tradición viva... Se necesita mucho tiempo para formar sociedades maduras, familias, instituciones, embebidas en la comunión más alta y dando el primado en todo al Amor de Dios... ¿Qué hacer entonces?
Aquí se debe plantear, sin titubeos, la ausencia y el despojo, un "desierto" nuevo por el que vamos, con escasísimo alimento, jadeantes y rebeldes a cada paso... Esto es plantear la... realidad de la ausencia. Y esta ausencia, así entendida, ha de ser ahora una oportunidad espiritual.
Luego, claro, no se trata solamente de la... ausencia. No se trata sólo de que nos falte esta o aquella ayuda. Nos encontramos en una especial persecución, habiendo perdido toda consideración o preeminencia en la sociedad. Y téngase presente que no ha de subsanarse semejante cosa pactando con el mundo. Tal es propiamente la tentación corriente hoy: convertirse en revolucionario o socialista para hallar un lugar de acción o recuperar posiciones perdidas. ¡Pues no hay que recuperar nada! Se trata, otra vez, de un sombrío engaño. La realidad es muy simple y no se debe corregir o soñar con otras escapatorias.
El hombre de Dios ha de evitar cualquier pendiente que lo aparte y disimule su pertenencia al Cuerpo Místico. Su ciudadanía está en el Cielo y ahora debe ser testigo de su Fe. En este abandono al Absoluto reside su vocación y la fidelidad que debe alentar sus días de peregrinación.
Llamo yo estado de persecución a una suerte de marginación en las sociedades secularizadas. Aún dentro de la misma Iglesia, donde -como dijo una vez Pablo VI- por una fisura ha penetrado el humo del enemigo, se descubre semejante contagio. ¿Hay, entonces, un resto? Desde luego no es posible, ni me tomaría yo la licencia, de definir atropelladamente nada ni de deslindar campos y fronteras. Alguna vez dijo, notablemente, el Padre Bouyer que los elegidos de Dios no se conocen en este mundo, esto es: que los santos no saben que lo son y tampoco saben quiénes lo son. No es el momento de señalar o apuntar con el dedo... No es ésta nuestra misión. Se trata más bien de vivir en hondura el Misterio y de abandonarse, sin reparos, a Dios mismo, esencialmente a Él.
Esta hostilidad es lo propio de un ambiente. De éste, en el cual estamos ahora. No lo entenderemos con explicaciones fáciles ni ensayaremos análisis que, por otra parte, están de más. El sentido está en la Cruz, en definitiva en el Amor de Dios. Es el Abandono inconcebible el que nos entrega, con el misterio inabarcable e inefable, la virtud de la Resurrección. El Amor de Dios es el único que vence a la muerte.


* * *


Habida cuenta de todo ello y conscientes de no haberlo dicho todo, volvemos a la cuestión que más nos interesa: el Señor también ingresa en nuestras vidas, digámoslo así, a través de las tentaciones y de las pruebas. Todas ellas integran un plan más alto, ya que Dios no cambia esos pasos, o los nuestros, sino que los transforma.
Ahora bien, es preciso insistir: la afirmación radical del Ser, de la Verdad, del Absoluto, es lo que ha dirigir nuestro andar y nuestra vida toda. En efecto, no nos hemos de quedar atascados en lo que no es. Sólo Dios Es. Y todo halla sentido cuando dice referencia a Él o en la medida en que de Él participa el ser. Las criaturas, lo sabemos, no son por sí mismas. Por tanto, como dicen los espirituales nada son. Toda la belleza que en ellas se manifiesta la tienen de Dios. Y nosotros hemos visto que sólo en Él tenemos la vida, que sólo en Él somos, nos movemos y existimos. Todo lo demás, que aparece a los sentidos, es de ínfima presencia y no ha de tener más valoración que la que se sigue de su capacidad de transformación, ya que todo lo perecedero interesa solamente en cuanto es susceptible de ordenar al único Fin de toda la vida humana. La conciencia de esto que señalamos ha de constituir todo un estilo y modo de vida. En ello consiste la verdadera liberación.
Como decía un Cartujo la vida espiritual no consiste en un progreso, en un añadir una cosa a la otra, en crecer, en volverse mañana mayor que hoy... Por el contrario, se trata de decrecer (si se me permite decirlo así), en realidad: de un despojo liberador...
La inteligencia, decía nuestro monje, ha de volver a su origen virginal, a esa claridad primera de la aurora, donde toda la vida brota y se gesta en el nacimiento de Dios.
Esta es la realidad, y no hay otra. Quiera el Señor bendecirnos y llevarnos así hasta Él y aprendamos nosotros de nuestra Madre Santísima a engendrar al Verbo en nuestro corazón por la Fe.

domingo, 25 de enero de 2009

RETORNO A LO ESENCIAL....P.Fr. Alberto E. Justo O.P.





Ha de saber, quien lea estas poesías, que son, todas ellas, un intento y nada más. Es el... silencio que se protege con algunas canciones que no alcanzan a decir ni a expresar la densidad de su abismo.

Brotan aquí o allá, sin interés ni apresuramiento. Responden a situaciones generalmente inesperadas y sorpresivas. Eso es, son sólo una manifestación que quiere abrir camino o descubrir espacios escondidos.

Nada tan irregular como la pretensión de imponer un silencio o de "hacerlo". Esto es una contradicción. El silencio está desde el principio, es el principio. Sólo de él puede nacer la palabra que no lo turba, y que, luego, a él retorna.

Pero está escondido. No se lo reconoce inmediatamente. Es necesario peregrinar.

¡El silencio! ¡Cuántas maravillas evoca esta palabra! ¡Y cuánto nos puede o nos podemos engañar con ella!

Silencio es asombro en la mirada primera... Pero supone un despojo y un abandono singulares.

Porque el silencio del desierto es, propiamente, el fracaso de tantas embestidas, puramente humanas, que profanan y ultrajan el desinterés y la generosidad augusta del ser.

Esto no puede expresarse sino con sublime paradoja, en muerte y en noche (que es aumento de luz), con la conciencia -muchas veces- de fracaso y de pérdida.

El hombre se sabe y se siente "interrumpido", angustiado, le parece que nada hace por salir y librarse de su triste situación. Cree perder su vida en laberintos inacabables de complicaciones y adversidades.

Pero lo siente. Se sabe mal. ¡Bendito dolor y bendita contradicción! Lo trágico sería no dolerse, no sufrir por las pruebas. Estas aparecen para ser sufridas y en esto está la gloria del desierto. Percibir la angustia de una aparente derrota. La impotencia humana es garantía de eternidad.

Quisiera el hombre sentirse útil o aplaudido. O sentir (percibir) una cierta satisfacción de sus días en esta tierra. Una garantía de fecundidad... Saberse fecundo. Asumir responsabilidades y mil cosas más.

Pero el viento del desierto lo seca todo. De golpe aparece lo contrario y la angustia de la esterilidad lo deja en un estado de suma postración.

Pero esta angustia y este dolor no se dieran si él no estuviera ya en el dichoso exilio, en el "abandono", suma garantía de fecundidad y de vida.

No tema el espiritual. Los sacudones son fuertes desde luego. No tema perderse cuando el cansancio o el hastío no lo dejan obrar como él quisiera. Arroje todo en las manos de Dios, entregue, sin reservas "su" espíritu...

Afirmación rotunda. Sólo soy en Aquél que Es. Sólo en Aquél. Sólo en el Solo, en el Único...

Estallido grandioso de ... relación. Sólo en la Fuente Única...

Explosión que sobrepasa cualquier análisis y cualquier lenguaje. El reventón de vida (que no sé decirlo) ahoga toda severidad enojosa... Expande su sonreír... Invita e incita a pasar adelante en su propio camino. No hay ni puede haber otro. El Es. Camino, Verdad, Vida.

Sólo en el Sólo que Es.

Aurora sin ocaso, Luz y Belleza Infinita. No aparece en el discurso ni el libro alguno. Tampoco es un proyecto, ni un programa...

No busco las "cosas". Tampoco escribo acerca de ellas ni de nada. No describo, no analizo, no presumo de aquí ni allí.

¡Alabado sea el Señor!





PERPLEJIDAD



La obra que esperábamos

no es obra, ni acción, ni nada.

Sólo dolor y pesada angustia,

sólo desilusión y desconsuelo...

ocaso, pérdida, derrota.



Creíamos poseer esto o aquello,

creíamos apoyarnos en firme suelo...

Creíamos andar con mayor firmeza,

creíamos no perdernos ya...



¡Greñudas y horribles fierezas,

velludos y discontinuos perfiles!

Asoma, en el horizonte, cerca y lejos,

el siniestro, apretado entrecejo...



¡Pero yo creo en el ocaso!

¡Suprema y celeste debilidad!

¡Aún tanta fuerza me das!





lunes 1ero. de agosto, cuando es de noche...

- o -





EN LA SOLEDAD





Hoy, en esta soledad

se han velado las estrellas.

Ya no hay luces, ya no hay sombras,

sólo se ve la tiniebla.

¡Noche de contemplación,

luz de Fe, luz de Belleza!

¡Resplandores sin ocaso,

Fuego que tanto arde y quema!



30-IV-1980

- o -



ALABANZA SIN FRONTERAS



¡Hondos valles encantados,

altas montañas y sierras!

¡Ríos, mares, océanos,

grandes llanuras y estepas!

Bajo el manto de los cielos,

bajo todas las estrellas;

en la soledad del yermo,

en el polvo de las sendas,

andando por los caminos,

trepando por las laderas,

en los más altos collados,

junto a las nieves eternas...

Allí, cabe el agua mansa

donde aquél árbol se espeja.

Aquí en este jardín.

huerto de flores y yerbas...

En los valles, en los montes,

en naranjos y en higueras,

en jazmines y rosales,

en el césped y en la tierra;

con el canto de las aves,

con el llanto de las fieras,

en los pedazos quebrados

de aquellas tumbadas piedras;

en los campos ya sembrados,

cuando ríe la pradera,

cuando en el cielo se juntan

las nubes blancas y negras...,

con rocío, lluvia y nieve,

en verano o primavera,

en invierno o en otoño,

en el tiempo que se quiera...

Cuando el dolor o la angustia

el alma del hombre aprietan,

cuando la paz y la dicha

con uno y otra se alternan;

en agitadas ciudades,

junto al mar en sus riberas...

En trabajo, de camino,

allí o aquí, donde sea;

sin lugar o sin espacio,

donde el alma abre la puerta.

No sé medir ni me importa,

que medidas no interesan,

cuando vencido el abismo

caen todas las fronteras.

¡Ven, Señor Jesús, ven pronto!

¡Sea, sea donde sea!

Entonces, con esas flores,

sin aguardar que amanezca,

yo te alabo mi Señor

con la creación entera.

No bastan los altos cielos,

mi Dios, mi Suma Belleza,

ni espacio soñado alguno,

que contenga tu Grandeza...



Roma, 1er. Domingo de Adviento de 1983.

Rev. Tucumán, 2-3, VIII, 1994.



- o -



NOCHE LUMINOSA



Cantar y alabar sin modo

abandono sin manera,

sin medida, sin límites,

sin preguntas, sin respuestas...





Roma, 7-V-1986.



- o -



OBRA EN LA MUERTE





En la noche solitaria

comienza a brillar la estrella.

Con su paz y su silencio

la vera quietud renueva.

Hoy, en medio de la vida,

del tiempo, de la carrera,

su luz tenue y delicada

en lágrimas se refleja.

Como gotas de rocío

que bendicen esta tierra

todas ellas se derraman

y el Misterio ya penetran,

filtrándose en lo profundo,

como oración verdadera.

-¿No sabías este precio,

no conocías las reglas

de este caminar sagrado

que a lo más alto te lleva?

Abraza la Cruz con gozo,

fracaso, olvido, miseria,

cuando no sabes por qué

ni cómo ni cuando aciertas.

No te fatigue el silencio

ni las dudas o sospechas

ni lo que puedan decirte

los que rezuman la ciencia.

Que nada saben los más

del misterio de la senda,

que por valles encantados

a la soledad te lleva,

soledad esplendorosa,

soledad más que repleta.

-He aquí tu vida, ahora,

en este instante toda ella,

presa del Fuego, quemada

por un toque de grandeza.

Aquí tienes el sentido,

¡de una buena vez despierta!

descubriendo en esta muerte

la gloria de la existencia,

cuando el tiempo es superado

por toda la vida eterna.

En la noche solitaria

brillan todas las estrellas.





3-4 VIII 1978

6-7 VIII 1994

- o -

LEVANTAR VUELO

El Desierto Interior



Hoy quisiera soñar y despertarme

en un lejano paraje desierto,

donde la sonoridad de los aires

se transformara en eco de silencio.



¡Árboles, piedras, arbustos salvajes!

¡perfiles superados por el tiempo!

Por esos caminos sigue mi viaje,

por los ignotos caminos del viento...



Tal vez perdido entre tanto follaje

de mis pasos el cuidado no dejo,

y dejarlo debiera en estos valles

para sumergirme en el Mar Inmenso.



-No quieras decir lo que tu no sabes...

No quieras oír lo que yo no pienso...

Arrojemos fuera sonoridades...

Volvamos, volvamos al mismo centro.





Miércoles 10-VIII-1994

- o -



DESIERTO-ESTERILIDAD-ABANDONO

El "abandono" puede llegar a percibirse a través de cosas y de sucesos, a veces los menos idóneos (aparentemente por lo menos) para alguna "transparencia" espiritual...



No hallar escudo ni suelo;

un camino que se aleja

presuroso de este tiempo

y en ningún otro nos deja...

Ocasiones que no cuento,

perdidas en la marea...,

que no se verán de nuevo

ni llamarán a mi puerta.

A cosa alguna me aferro

¡las montañas son desiertas!

¡y los mares son inmensos!

¡y no conozco fronteras!

Con esa aurora yo sueño,

y tengo esperanza cierta,

las rutas de este desierto

en Tu Nacimiento entran...

En tus propios Ojos veo

levantarse en la pureza,

sin razones y sin medios,

la llama de tu Presencia.

Solo dentro de tu Fuego

al Amanecer me engendras,

y Tu naces hoy, muy dentro,

aunque yo no lo supiera...





viernes 19-VIII-1994

- o -



DESPIERTA AL SILENCIO ORIGINAL



Este Silencio maravilloso está en el corazón. A pesar de sonidos el silencio existe. Porque el silencio del desierto interior puede consistir en el fracaso de tantas embestidas, puramente humanas, que pretenden superponerse al desinterés y generosidad del Ser.



Esperaba oír voces y sonidos,

palabras de aquellas que me dijeran

secretos y glorias de los caminos.

Pero nada, en mi angustia vigilante,

descorrió el velo de mi destino.



Interrogaba la dureza humana,

preguntaba a los ecos de sus juicios,

aguardando respuestas y consuelos

en la hueca vanidad de sus dichos...



Hollaba pastizales y ciénagas

por descubrir un tesoro escondido;

las voces de los hombres resonaban

como realidades en mis oídos.



El silencio que cubre los espacios,

el engaño de un tiempo fugitivo...,

el saludable fracaso de un día,

la soledad que alcanza al peregrino...

...

Salvación fue que todo se callara,

que todo se volviera a su principio.

martes, 20 de enero de 2009

LA VIDA EN DIOS...Cardenal Tomás Spidlik S.J.




I. En el Espíritu Santo

Espiritual

Se trata de un término tan familiar que casi no se piensa en definirlo; sin embargo esta aparente simplicidad disimula una realidad compleja. El concepto tiene una historia: se va diluyendo a partir del sentido fuerte, de la exageración herética, hasta un sentido indebido, como laicizado (1).

Para la Biblia, el espíritu es el soplo de la vida (2). Los filósofos helénicos han puesto el acento en su carácter inmaterial, pero no siempre. Todos, sin embargo, consideran al espíritu como principio de la acción humana que le da una orientación general. Se puede decir que este "sentido vital" está más conforme al vocabulario bíblico.

Más aún, la característica decisiva de la noción de espíritu en la Escritura, a diferencia de lo que sucede en la reflexión filosófica, es una conexión inmediata con la persona de Dios (y no sólo como un elemento más o menos divino de la persona humana). La historia de la salvación hace siempre más manifiesto el espíritu de Dios en acción; para S. Pablo viene a ser el fundamento de la vida cristiana: "espíritu de Dios", "espíritu de Cristo", "espíritu del Señor" y "Espíritu Santo" (3).

Hablando de la actividad del Espíritu de Dios, San Pablo cita una vez "el Espíritu, el alma y el cuerpo" del cristiano (I Tim. 5, 23). Los Padres se encontraron, entonces, en posesión de una fórmula tricotómica, cuyo elemento superior era el Pneuma bíblico. Ella llega a ser tradicional en Oriente (4).

La gran contribución de Ireneo contra los gnósticos, es haber eliminado el concepto de espiritual por naturaleza (como "inmaterial"). El distingue netamente este don del Espíritu, que los teólogos escolásticos llamarán sobrenatural, del soplo que constituye al hombre en cuanto animal: "El hombre perfecto está compuesto de tres elementos: la carne, el alma y el Espíritu, y lo que salva y da forma es el Espíritu; lo otro que está unido y recibe la forma es la carne; entre ellos, el alma, que a veces uniéndose al Espíritu es por El elevada, y otras veces, cediendo a la carne cae en los deseos terrenales. Muchos hombres no poseen el Espíritu que salva y da forma, estos son los que San Pablo llama carne y sangre... Pero todos los que temen a Dios, que creen en la venida de su Hijo y que, por la fe, establecen en sus corazones al Espíritu de Dios, merecen ser llamados espirituales, porque tienen el Espíritu del Padre, que purifica al hombre y lo eleva a la vida de Dios" (5).
Un estudio atento descubrirá que esta fe en el Espíritu ha ido afirmándose cada vez más: el hombre es calificado como pneumaticós por la asistencia del Espíritu ( ) (6).

Inhabitación personal del Espíritu

Si se sigue el desarrollo de la doctrina del Espíritu Santo en la Iglesia primitiva, se observa que las declaraciones son más precisas sobre la divinidad del Espíritu que sobre su personalidad. Solamente con el I Concilio de Constantinopla, en el 381, una definición confirma la identidad de naturaleza entre el Espíritu, el Hijo y el Padre, de allí su personalidad y divinidad (7). Se ve esta evolución, por ejemplo, en las obras de S. Efrén. En la primera, "De Paradiso" y "Sermones de fide", la persona del Espíritu aparece apenas. Sólo en los himnos "De fide" le dedica una oda (8).

Una vez establecida la personalidad del Espíritu Santo, se pone como objeto de controversia en el seno de la teología un segundo problema: ¿la actividad salvífica de la tercer persona divina en la Iglesia y en cada hombre es exclusivamente propio (proprium) del Espíritu Santo, o se ejercita en armonía con las otras dos personas y se trata sólo de atribuírsela (appropiatio)?

La teología occidental habla de un don increado, la inhabitación del Espíritu Santo en nosotros, y de un don creado que constituye una nueva cualidad del alma, fundamento real para nuevas relaciones de gracia con el Espíritu Santo, pero que es el producto de una operación divina ad extra, común a las tres Personas (9).

Se está de acuerdo en reconocer que los Padres Griegos, y los Orientales en general, presentan al Espíritu Santo como el principal y verdadero autor de nuestra santificación y hablan de unión personal, también allí donde la escolástica latina considera preferentemente la gracia, habitus sobrenatural, don creado (10).


"Un solo espíritu con el Señor" (11)

La presencia de un Soplo invisible en el alma humana pone, sin embargo un tercer problema: ¿el Espíritu Santo permanece exterior a nuestra alma humana? En cuanto se precisa la diferencia entre el Espíritu y la creatura, se considera al Espíritu divino como huésped perfectamente distinto. Las "Homilías espirituales" del Pseudo Macario son un testimonio elocuente (12) (en el mesalianismo, este "huésped divino" puede también cohabitar con el demonio en una misma alma) (13).

La insistencia sobre la distinción era necesaria. El misterio del amor de Dios es un misterio de unión, pero también de distinción. El alma no se pierde en algún "nirvana", al contrario, afirma su personalidad y la desarrolla al más alto grado. Por otra parte, a veces en modo imperfecto y ambiguo, la antigua libertad de expresión subrayaba la proximidad del Espíritu, o mejor la transformación del cristiano y su ingreso en la vida personal de Dios (14).

Para el Sirio Afrate, por ejemplo, el Espíritu de Cristo nos es dado de tal manera que viene a ser lo que existe de más espiritual en nosotros, nuestro verdadero yo (15). Así, los condenados serán -dice Basilio-, "cortados en dos"; esto debe entenderse "como una completa separación del Espíritu" (16).

El gran misterio de la vida cristiana (que es una participación en la Unidad y en la Trinidad divina) consiste, por tanto, en las múltiples relaciones del espíritu humano con el Espíritu de Dios. Por momentos ambos aparecen tan unidos que parecen fusionados, pero en otros momentos parece que hubiera una distancia infinita que los separa, el alma se ve en un abismo de debilidad e ignorancia, para sentirse de improviso fuerte, iluminada, teniendo en sí "la fuente de toda santificación, la luz inteligible" (17).

"El alma del alma humana"

Estos son símbolos del Espíritu Santo que expresan su venida desde el exterior; así por ejemplo la fórmula arcaica: "el ángel del Espíritu Santo" (18), o la de "Dador" (19).

Al contrario, cuando Basilio dice que el Espíritu es la Luz (20), explica: "Como la potencia de ver se encuentra en el ojo sano, así la operación del Espíritu en el alma purificada..." (21), propiamente como "el arte en el artista" (22).

Basilio no duda en llamar al Espíritu nuestro Logos (que ha sido traducido por "razón formal") (23). Orígenes ha definido nuestra unión con El como una anákrasis (24). En la tricotomía (25), como está explicado por Ireneo, el Espíritu debe estar unido al alma y, a través de ella, al cuerpo, para que sea un hombre perfecto (26).

Es entonces en la línea de estas reflexiones que la expresión adquiera, para Teófano el Recluso, una gran riqueza de significado: el Espíritu es como "el alma del alma humana" (27). "El día de Pentecostés -escribe P. Evdokimov- desciende en persona y actúa dentro de la naturaleza y se pone como un hecho interno de la naturaleza humana" (28).


Los efectos del Espíritu en el alma, en el cuerpo, en el universo.

La acción del Espíritu Santo, como la del Hijo, está expresada en los títulos que le da la Iglesia.

El es Santificador. En Orígenes se encuentra la fórmula destinada a tener gran éxito en la teología de Atanasio y de Basilio: por la participación en el Espíritu las creaturas, que no son santas sustancialmente, pueden llegar a serlo (29).

El es Vivificante, como lo afirma el Credo (30), Soplo de vida; la antífona (del cuarto tono) del oficio bizantino del domingo canta: "El Espíritu Santo vivifica las almas... hace resplandecer misteriosamente en ellas la naturaleza única de la Trinidad".

El es Iluminador. El versículo 10 del Salmo 35 "en tu luz veremos la luz", es explicada por Basilio así: "En la iluminación del Espíritu veremos la verdadera luz que ilumina a cada hombre que viene al mundo" (Jn. 1, 9) (31).

Purificador, el Espíritu perdona los pecados (32), purifica los cuerpos en la ascesis, en la virginidad (33), da fuerza a los mártires (34), lágrimas a los penitentes (35), hace observar los mandamientos y enseña todas las virtudes (36).

El acercamiento entre nuestro espíritu y Dios se establece ante todo en la oración. Por tanto sucede "en el Espíritu" (37). En este sentido cada oración contiene una epíclesis implícita, para que sea pronunciada en virtud del Espíritu Santo. Luego, la oración por excelencia es la oración eucarística, esta invocación es explícita en la liturgia del Oriente (38).

Resumiendo, basta decir que el Espíritu Santo nos introduce en Cristo. Su acción mira a reproducir en nosotros la vida del Salvador (39). Une a todos los fieles en el único Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (40), difunde sobre todo el cosmos su luminosidad (41).


La vida cristiana es una espiritualización progresiva

Resumiendo la enseñanza tradicional, Teófano el Recluso escribe: "La esencia de la vida en Jesucristo, de la vida espiritual, consiste en la transformación del alma y del cuerpo y en la introducción en la esfera del Espíritu, o sea en la espiritualización del alma y del cuerpo" (42).

La vida espiritual, además, tiene un influjo determinante sobre nuestras relaciones con el prójimo y también nuestro trato con la naturaleza irracional, con todo el cosmos. El hombre puesto en el mundo visible, realiza su fin espiritual con la espiritualización cósmica (43). Por tanto se puede "admitir que el objetivo último de la evolución del mundo es su espiritualización, la cual en la creatura racional se manifiesta a través del orden moral, y en las otras a través de cualquier otro orden" (44).

Este progreso espiritual es lento, pero corresponde a la estructura "natural" de cada uno: "El hombre escondido en el corazón (2 Cor. 4, 16, según la explicación de Teófano es el Espíritu) nace y crece. Allí se lo siente. Su desarrollo viene con los mismos elementos que lo constituyen desde su nacimiento" (45).

El taumaturgo popular ruso, Serafín de Sarov, explica así este misterio a su hijo espiritual: "Ellos (los presbíteros) te han dicho: ‘ve a la iglesia, ora a Dios, observa los mandamientos, obra el bien. Este es para ti el fin de la vida cristiana’. No te hablan porque sí. La oración, el ayuno, la vigilia y todas las otras obras del cristianismo por más excelentes que sean en sí, no son en cuanto obras, el objetivo de la vida cristiana, si bien son medios indispensables para conseguirla. El verdadero fin de la vida cristiana consiste en adquirir el Espíritu de Dios... gracia del Espíritu Santo" (46).


II. Por Jesucristo

La vida cristiana es cristológica.

"Todo lo que es innato en el alma humana -escribe Orígenes- fue sembrado por el Verbo de Dios que estaba al principio junto a Dios, y todo eso es semilla del reino de Dios" (47). No se podría imaginar unión más estrecha que ésta que une hasta una especie de identificación tan bien expresada en el sermón pascual de Gregorio Nacianzeno: "Ayer estuve crucificado con Cristo, hoy estoy glorificado con El; ayer fui cadáver con El, hoy vengo revivificado con El; ayer sepultado con El, hoy resurjo con El... Hemos llegado a ser como Cristo, porque Cristo se ha hecho como nosotros; hechos dioses gracias a El, porque El se ha hecho hombre por nosotros" (48). En consecuencia, "el Salvador es más interior a nosotros que nuestra propia alma" (49).

Frente a este misterio, el objetivo de los Padres Griegos es, antes que nada, teológico, tanto en los tratados polémicos como en la predicación. Lo que se pide normalmente a los cristianos frente a Cristo es la fe en su divinidad, en su misión.


Títulos de Cristo

Los Padres no han dejado de expresar el misterio de Cristo por medio de nociones filosóficas (a ejemplo del neoplatonismo) (50), pero su valor queda muy limitado. Además, su uso inmoderado conducía siempre a la herejía. El principal error, según Gregorio Nacianzeno, fue el construir altas especulaciones sobre algunas palabras. En efecto, es bajo múltiples nombres que la Escritura designa al Unigénito:

"Hijo de Dios, Imagen, Vapor, Emanación, Esplendor, Artífice, Rey, Cabeza, Ley, Camino, Puerta, Fundamento, Piedra, Perla, Paz, Justicia, Santificación, Redentor, Hombre, Siervo, Pastor, Cordero, Pontífice, Ofrenda, Primogénito de las creaturas, Primogénito en la resurrección de los muertos" (51).

¿Cómo clasificarlos, ordenarlos, hacer una selección? Es necesario subrayar una preferencia, todo autor pone en relieve la palabra que le parece más evocadora.
Jesús Salvador: lo que predomina mayormente en los ambientes monásticos de Oriente es el penthos. La ternura hacia Jesús nace de allí. "Para nosotros, principiantes e imperfectos como somos -escribe un anónimo en la Filocalia- (los padres teólogos) han mandado justamente decir (luego de la dulce invocación de Jesús): Ten piedad de nosotros" (52).

Se ha afirmado que en la Iglesia de Oriente, la encarnación no se ha concebido en función de la redención y que el Verbo se habría hecho hombre de todos modos (53). Se teme que el término ‘redención’ sea demasiado jurídico (54). Evidentemente la doctrina cristiana de la redención se distingue netamente de todas las ideas de redención ajenas a la Biblia, y de todo lo que volvería vana la fe en la creación. Por eso la Iglesia Ortodoxa ha visto en la redención la restauración y el complemento de la creación, su "recapitulación" (55), su liberación (56), su santificación, su divinización.

Jesús - Luz, Sabiduría: Cristo abre para siempre "las puertas de la luz a aquellos que, hijos de las tinieblas y de la noche, aspiran a llegar a ser hijos de la luz y del día" (57). Para los Padres griegos la miseria del pecador consiste en la ‘ignorancia’. Se comprende, entonces, mejor el gran relieve dado por ellos a la función reveladora del Verbo encarnado. La tradición conserva la plenitud de los nombres bíblicos: Verdad, Sabiduría, Maestro, Palabra, Luz (58).

La obra unificadora de Cristo

No puede existir diferencia más grande que la que existe entre el creador y la creatura, y sin embargo el misterio de Jesucristo aparece como una unión perfecta de los dos. Por esto El es esencialmente Unificador.

La necesidad de un "mediador" aparece también en la filosofía griega. ¿Cómo unir lo material y lo espiritual, dos realidades opuestas? (59). Grave problema. Y si Dios debe permanecer trascendente, indiferente a todo lo que existe por debajo de El (60), el paso de lo divino a lo terreno no es concebible sin algún mediador (61). En esta línea filosófica Filón tiene una doctrina sobre el Logos – mediador particularmente desarrollada: , una fuerza activa de Dios (62).

Una noción semejante no podía aplicarse a Cristo. El Nuevo Testamento no utiliza mucho el término "mediador"; se lo busca en vano entre los Padres apostólicos y los Apologetas (63). Jesucristo no está entre Dios y el pueblo, ni menos es el representante de Dios como podría serlo un ángel, porque es el mismo "autor de la salvación eterna" (Heb. 5, 9).

No es que se quiera disminuir el valor de la mediación de Cristo, al contrario nos damos cuenta que ella difiere de la doctrina antigua especialmente en dos puntos: 1) En los sistemas filosóficos es Dios quien en virtud de su trascendencia absoluta tiene necesidad de un mediador para comunicarse con el mundo. En la Biblia, al revés, esta comunicación es posible solamente por condescendencia divina. Jesús se pone de modo totalmente claro del lado de Dios; Dios mismo realiza la salvación y precisamente mediante el hombre Jesucristo, su Hijo. 2) Esta salvación no puede realizarse más que por medio de una asunción total, por parte de Dios, de la condición humana. El axioma "lo que no es asumido (por Dios) no es salvado" que subyace en los escritos de Ireneo (64), se encuentra ya más explícito en Orígenes: "el hombre no estaría salvado todo entero, si nuestro Salvador y Señor no hubiera asumido al hombre entero" (65). La unión entre lo divino y lo humano es una "mixtura" ( ), una unión ( ) (66), pero especialísima: las dos naturalezas, en efecto, no se confunden. Cristo es el único en realizar el encuentro de la trascendencia divina y la finitud humana sin sacrificar la una e ignorar la otra (67). Jesús pertenece auténticamente a los dos órdenes de la existencia, el de Dios y el del hombre. "Dios y el hombre se han hecho uno" (68). El misterio de la mediación es entonces el misterio de la unión realizada por el Hijo que es "uno" con el Padre.

Es una unidad social: Cristo es el nuevo y verdadero Adán del género humano (Rom. 5, 12-21), cabeza del Cuerpo de la Iglesia (Col. 1, 18). La afirmación paulina del Cuerpo de Cristo retorna en los escritos de los Padres (69). Nicolás Cabasilas reasume esta tradición cuando dice: "nosotros estamos concorporados a El, viviendo de su vida y hechos miembros suyos" (70), pero agrega una expresión nueva:

Cristo es el corazón del Cuerpo Místico, el principio interior de las fuerzas vitales de la Iglesia y de cada cristiano en particular (71); y mediante el Primogénito de toda la creación (Col. 1, 15), la santificación del mundo culmina y encuentra cumplimiento en la unión de todo el universo. Este estado final fue denominado por los Padres apokatástasis, que se podría definir con esta simple constatación de Gregorio Nacianzeno: "En El toda ha llegado a la unidad" (72). Máximo el Confesor busca reiteradamente cuáles son, para el cosmos, las consecuencias de la victoria alcanzada por Cristo sobre las fuerzas de división (73). Para él, "Cristo es el centro donde convergen todas las líneas" (74). El Oriente Bizantino ha puesto la imagen del Pantocrator en el ángulo superior de la cúpula, donde aparece a la vez como centro de la iconografía y del orbe cósmico (75).

La idea de Cristo "principio de unidad" retorna muchas veces en la reflexión de los pensadores rusos (76), bajo diversos aspectos: como unidad del mundo visible (G. S. Skovoroda, +1794), de la sociedad humana (Caadaev, +1850), de la Iglesia (Chomiakov, +1860), de la historia humana (Belinski, +1848), de las culturas humanas (V. Ivanov, +1949), de toda la evolución cósmica (Soloviev, +1900). "Si se negase la realidad de este suceso (la encarnación de Cristo) -ha escrito Soloviev- se destruiría el sentido y la finalidad del universo" (77).

Devoción a Cristo

El dogma vivido es la espiritualidad. Por esto también a través de discusiones que dividen a los adversarios, se pasa espontáneamente a los encuentros personales más cercanos, a lo que llamamos devoción común a todos los cristianos. No se debería, en estricto sentido, orar "a Jesús" sino "a través de Jesús", advierte Orígenes (78), pero él mismo no se atiene a esta regla (79).

No es asombroso que los cristianos amen a Jesús. ¿Pero de qué modo? Las liturgias antiguas lo alaban, le agradecen, lo adoran, le imploran. El tono de ternura y familiaridad no aparece más que discretamente al principio: en los mártires, en los peregrinos a Jerusalén, en la poesía religiosa de los sirios (80). Existe todavía, también entre los Bizantinos, un "Oficio a Jesús dulcísimo" que es anterior al Jubilus de San Bernardo: (81).

De toda la tradición citaremos al menos un anónimo, puesto en la Filocalia, que resuena al celebrar las excelencias de la famosa "oración de Jesús": "Esto nos han transmitido los Padres teólogos...; se esforzaban sin reposo en toda su vida por saciarse de la dulzura de Jesús; por sobre todo tenían hambre de Jesús. Por eso fueron colmados de gozo espiritual e inenarrable, y recibieron carismas divinos y salieron de la carne y de este mundo... mediante la dulcísima invocación de Jesús" (82).

El culto a la humanidad de Jesucristo

Dos caminos pueden conducir a la ternura de amor por el Salvador: la dulzura de Dios (83), puesto que él es Dios; y su amabilidad humana, pues jamás un hombre ha hablado como él. Estos dos caminos constituyen uno solo, porque el Señor no es más que una persona divino-humana.

La herejía de los docetas ha motivado a los doctores ortodoxos a recordar la realidad de la existencia terrena de Cristo (84). Sin embargo, es la reflexión teológica la que lleva a prestar mayor atención a esta humanidad que el Verbo no ha despreciado. ¿Se puede decir que la preocupación de los Padres no es "devoción" a esta humanidad, y que ellos conservan una visión sobre todo dogmática? En este sentido V. Lossky escribe que "el culto a la humanidad de Cristo es extraña a la tradición oriental" (85).

Indudablemente es difícil hablar de una piedad explícita de los primeros cristianos a la humanidad de Jesús. Su oración va "hacia Cristo como hacia Dios", según el testimonio dado por Plinio el Joven en su célebre carta a Trajano (86). Pero un aspecto ha asombrado a muchos paganos: el hecho de que estos homenajes religiosos fueran realizados a un hombre crucificado (87).

Es verdad, también, que la liturgia tenía la misión de poner en relieve la divinidad de Jesucristo, mientras que las fiestas daban ocasión a los poetas cristianos de componer himnos en honor del Hombre-Dios. Las peregrinaciones permitían venerar los lugares de la vida del Salvador, rendir un culto particular al instrumento de la salvación, a la cruz y más tarde al "Santo Rostro" (88). Los apócrifos y el arte han manifestado este gusto del pueblo por los hechos de la vida de Jesús.

Sólo poco a poco la piedad cristiana ha aceptado ver al Salvador en sus humillaciones humanas. Juan Damasceno justifica esta adoración: "hay un solo Cristo, Dios perfecto y hombre perfecto: lo adoramos con el Padre y con el Espíritu, en una sola adoración con su carne inmaculada, porque para nosotros su carne no es indigna de la adoración. La adoramos, en efecto, en la única persona del Verbo, que la sustenta desde la persona: no es a la criatura que le rendimos culto; porque no adoramos la carne en cuanto tal, sino en cuanto unida a la divinidad" (89).

Imitación de Cristo

En la historia de la espiritualidad el tema de la imitación de Cristo ocupa un puesto importante (90). En su reacción contra la piedad medieval, la Reforma occidental opone a la "imitación", que sería una pretensión orgullosa del hombre, el "seguimiento de Cristo" como respuesta a su llamada (91).

En la vida espiritual de la Iglesia de Oriente -según V. Lossky- "el camino de la imitación de Cristo no ha sido jamás practicado...; ella en efecto, parecería tener un cierto carácter de incompleto, ser un encuentro exterior respecto de Cristo". La espiritualidad oriental se define, antes que nada, como una vida en Cristo" (92).

A diferencia del mundo griego que atribuye a la imitación una gran importancia sea en su reflexión filosófica (Platón), sea en su concepción del arte como copia de la naturaleza (Platón y Aristóteles), sea en la pedagogía (valor atractivo del ejemplo), la Biblia parece ignorar la virtud de la imitación. En realidad esta noción se expresa en otra modalidad, en términos concretos: antiguos nómades, los Hebreos, usan gustosamente el tema del camino. El hombre debe "caminar en el camino de Yahvé" (93).

El tema de la imitación aparece en el pensamiento de Pablo (94). Pero parece más bien desarrollado principalmente como extensión ética de un principio más fundamental, el de la unión del creyente con Cristo, expresado especialmente por la fórmula en Cristo (cerca de 165 veces) y con todos los verbos compuestos con sun (morir con, estar con) (95).

Es posible que los Occidentales, más llevados a la acción, hayan comprendido la conformidad con Cristo más en un sentido ascético y moral que no en un sentido ontológico y místico (96). Pero si Cristo es Dios, no se lo puede imitar como un héroe romano, entre El y sus imitadores hay una participación completamente diversa, que asume fundamentalmente un carácter sacramental y eclesial.

Si hay un libro que pone en relieve la diferencia entre la vida en Cristo y la imitación de Cristo, este es "La vida en Cristo" de N. Cabasilas.

Y bien, el Autor afirma con toda la simplicidad deseable que entre ellas no hay oposición, sino identidad real. "Imitar a Cristo y vivir según El, es vivir en Cristo, y es la obra de la voluntad libre, cuando se somete al querer divino" (97).

El concepto de imitación, entonces, parece suficientemente claro. "Un cristiano -dice Juan Clímaco- es una imitación de Cristo en la medida posible al hombre, en palabras, en acciones y en pensamientos" (98). La imitación de Cristo se remite a la doctrina de la imagen y de la semejanza: coincide con la realización progresiva de la "semejanza".

Surge otra cuestión. Seguir a Cristo es, para Orígenes, observar la virtud, de la cual nos redacta un elenco: "inteligencia, sabiduría, verdad, justicia..." (99). Son los atributos de la vida divina del Logos. Es notable que en Occidente se ha querido preferir la imitación del Verbo encarnado considerado en los misterios de su vida terrena (100). La misma óptica aparece en Orígenes hacia el fin de su vida (101). Para Gregorio de Nazianzo imitar a Cristo es buscar hacerse "todo lo que El se hizo por nosotros" (102). Todo detalle de los misterios evocados en los sermones reclama por una participación: "Somos guiados por la estrella, hemos adorado con los magos, estamos estupefactos con los pastores, hemos cantado la gloria divina con los ángeles" (103).

Este aspecto corresponde a la esencia de la anámnesis litúrgica, el Cristo vivo en los ritos de la Iglesia: "en Navidad nace verdaderamente y en Pascua muere verdaderamente" (104).

Consciente de la unicidad absoluta de Jesucristo, el cristiano huye del peligro del mimetismo, del formalismo. No se trata de rehacer materialmente los gestos de Cristo, sino de imitar el encuentro espiritual, de hacer de los sentimientos de Cristo el modelo de nuestros sentimientos (105). En consecuencia, la imitación de Cristo se diversifica según la vocación personal de cada uno.

Imitación de los Santos

Los cristianos de los primeros siglos tenían conciencia de que Cristo tiene sus imitadores insignes, y que sobre todo a través de su ejemplo la Iglesia llega a ser un signo entre las naciones.

El rol de los "ejemplos" fue considerable en la literatura moralizante de los antiguos, en particular en la que procede de la diatriba cínico-estoica (106). ¿En qué medida un cristiano podía hacer uso de los ejemplos tomados de la historia profana? La cuestión se remite al problema de las relaciones entre la cultura antigua y el cristianismo (107).

Frente a estos héroes paganos se forma en poco tiempo un tesoro de ejemplos del Antiguo y del Nuevo Testamento que se harán pronto tradicionales: Abraham, Moisés, Elías, ...Juan Bautista; los grandes modelos son los apóstoles. San Pablo exhorta expresamente a imitarlo, como él imita al Señor (I Tes. 1, 6).

No hay nada sorprendente, entonces, si la tradición cristiana ha considerado siempre la lectura de la vida de los santos "útil al alma" ( ) (108). Sus primeros monumentos, como la "Vida de Antonio" y los "Apotegmas de los Padres" han nacido del deseo de tener modelos para imitar, como dice en el prólogo de los Apotegmas: "en este libro se encuentran registradas la virtuosa ascesis y el admirable comportamiento de vida y los dichos de los santos y beatos Padres, para instruir y estimular a su imitación" (109). Pero no se les sabría imitar materialmente, hace notar Juan Clímaco (110).

III. Al Padre

El problema de Dios en el pensamiento griego antiguo

Toda religión viva posee una idea personal de la divinidad y bajo este aspecto, la idea de un Dios-Padre no es propia de la revelación bíblica (111). Este hecho no toca la siguiente cuestión: una reflexión explícita de filosofía religiosa ¿es capaz de desarrollar y perfeccionar la idea de "personal"?

El cristianismo nació en un tiempo en que el mundo greco-romano experimentaba una profunda necesidad religiosa. Todas las filosofías querían subir hacia Dios, fuente de felicidad, ideal del Bien y de lo Bello (112). Aunque diversas, las escuelas filosóficas tenían un punto común: la felicidad (113). En Platón la felicidad, fin de la vida humana, se define como un estado activo de conocimiento, en el cual el pensamiento contempla al ser más verdadero, Dios (114).

Como sólo el semejante conoce al semejante, el deseo de conocer a Dios incita al hombre a imitarlo: "Para nosotros -dice Platón- la divinidad debe ser la medida de todas las cosas... por tanto para volverse amable a tal ser, necesita con todas las fuerzas y en cuanto podamos, hacernos nosotros mismos tales en nuestra voluntad (115). Los Padres griegos adoptarán estas reflexiones y las destacaron.

Pero el punto principal de encuentro entre la religión y la filosofía es que en esta última la cuestión de Dios está íntimamente ligada a la del ser. El hecho de penetrar en la esencia de una existencia limitada ha despertado siempre en los griegos un deseo ardiente del Ser indeterminado.
Entonces la teología (116) es una de las tres partes esenciales de la filosofía, el acabamiento del pensamiento humano (117.)

No menos, esta aproximación filosófica al problema de Dios comportaba puntos difíciles para una religión vivida. Expresado en conceptos de razón, el Ser supremo en su perfección es presentado como una "idea", como un motor inmóvil pero trascendente, incapaz de comunicarse con el mundo, o como una ley universal, pero inmanente en los sucesos del mundo, como un destino ciego. En este contexto, la oración, acto esencial de la religión, puede ser una elevación del espíritu hacia Dios (porque el ser es esencialmente inteligible), pero no un diálogo.

Resulta una extraña contradicción. Dios debe ser la felicidad suprema de los hombres, y sin embargo no los libra de los males que espantaban al hombre antiguo en un campo particular: la muerte, la soledad, el fatum. Al fin de cuentas, el ideal de imitar a Dios ¿no se convierte en el odioso mega froneim, aquella hybris ( ), falta de medida que lleva a la ruina a un ser limitado que quisiese asemejarse al absoluto? (118).

El Dios de la revelación cristiana: Padre

La Biblia nos transporta a un clima distinto: el de la fe en "Dios Padre, omnipotente, creador del cielo y de la tierra". El es ciertamente el primer principio de todo lo que existe, pero de modo esencialmente diverso. La Biblia no contiene un tratado sobre Dios, pero invita a oírlo hablar y a responderle. Entonces, este Dios es "autor de todo lo que existió, que existe actualmente y que existirá en el futuro" (Jueces 9, 53). Esto significa que la historia humana no se desarrolla siguiendo el impulso de una ley eterna ciega, sino según la voluntad de una Persona viva que muestra una solicitud paterna por sus hijos (cfr. Sal. 27, 10) y que, en Jesucristo, adopta a los hombres como hijos suyos (Gal. 4, 5 ss.) (119).

Bien y mal, vida y muerte, pobreza y riqueza, todo viene del Señor (Sir. 11, 14). El "Dios de los dioses" (Deut. 10, 17) puede salvar a su pueblo de la muerte, substrayendo al hombre del poder del Maligno (I Jn. 5, 18 ss). Los gritos de soledad (cfr. Sal. 42-43) se alzan sólo en momentos en que la misma fe es puesta a prueba. En fin, Jesús anuncia el mandamiento: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt. 5, 48). No es una presunción, sino al contrario, el deber de un "hijo", puesto como modelo de humildad (Mc. 10, 15 ss).

Sobre un solo punto los cristianos parecen encontrarse en una posición desventajosa. Siguiendo a Platón, los Padres hablan de la felicidad procurada por la ciencia de Dios: "Nada de todo lo que está sobre la tierra -dice Evagrio- da un placer igual al que da la ciencia de Dios" (120). Ahora, en la Biblia, el nombre de Dios comporta un misterio inaccesible, precisamente porque es Padre, Persona libre y que dispone soberanamente de sí mismo (121). Pero por otra parte el Evangelio "es la revelación de este misterio, escondido en el silencio en los siglos eternos, pero manifestado hoy..." (Rom. 16, 25 ss). El Inaccesible se hace conocer a sí mismo por su gracia, en Jesucristo, a sus hijos.

La "super-unidad" en la Trinidad

Cuando Jesús revela la identidad del Padre y de Dios, coloca esta revelación dentro de otro misterio, aún más inaccesible, el misterio trinitario. Dios es Padre porque tiene un Hijo que es Dios, Jesucristo (Jn. 1, 18). El fundamento de la "paternidad" divina es transferida a un nivel que supera los conceptos del pensamiento puramente humano (122).

La trinidad divina es entonces el misterio fundamental de la fe cristiana; únicamente partiendo de él se comprenden los otros elementos de la enseñanza cristiana. La perfección de la ciencia consiste, como para los Griegos, en la teología, pero ésta apunta, según el testimonio de Orígenes, a "conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo" (123). La gracia del Reino es, a juicio de Gregorio de Nazianzo, "la unión de la Santa Trinidad toda entera con el espíritu todo entero" (124).

En la exposición de la fe trinitaria tenemos dos concepciones diversas, si bien no hay derecho a exagerar sus diferencias: la concepción "alejandrino-latina" y la concepción llamada "griega" (125). La enseñanza de los doctores occidentales sobresale en Agustín y Boecio: en Dios todo es uno en la medida en que no hay oposición de relación (126). En consecuencia, Dios es la unidad del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Los escritos de los Padres griegos (y de la liturgia latina) permanecen fieles al vocabulario del Nuevo Testamento: la expresión es reservada al Padre de Jesucristo (Rom. 5, 6; 2 Cor. 11, 31; Ef. 1, 3). El Padre omnipotente es creador del cielo y de la tierra, y por eso principio de la unidad cósmica del mundo extra-divino. Pero este Padre es también la fuente de la unidad intradivina. El Hijo y el Espíritu Santo son uno en el Padre. Y porque la función de las Personas Divinas corresponde al puesto que cada una de ellas ocupa en el seno de la Trinidad, se hace manifiesto el valor salvífico del misterio de la Trinidad. Es el Padre la fuente de nuestra divinización.
Los autores espirituales han preferido siempre el modo "griego" expresado en fórmulas tradicionales que se resumen en dos movimientos, de los cuales uno es descendente: el Padre nos crea mediante el Hijo y nos santifica en el Espíritu. El otro es ascendente: damos gloria al Padre mediante el Hijo en el Espíritu Santo (127). Es "el camino real" de nuestra deificación (128). "El camino del conocimiento de Dios -dice Basilio- va desde el Espíritu ‘uno’, a través del Hijo ‘uno’, hasta el Padre ‘uno’, y, en sentido inverso, la bondad esencial, la salvación natural, la dignidad real surge del Padre, a través del Unigénito, hasta el Espíritu..." (129).
Esta concepción no implicaba problemas religiosos, como la concepción "latina", en que las Personas quedan subyacentes; pero debía afrontar la problemática de la unicidad de Dios que aparece revelada de un modo totalmente nuevo, misterioso, como fuerza unificadora del amor divino.

La dialéctica de lo uno y de lo múltiple fue desde el inicio en Grecia un tema permanente y fascinante de la filosofía. Primero se pensó en la unidad material del cosmos (Tales...). Parménides concibió la filosofía de un ser uno, idéntico. El principio de la unidad se encuentra luego en el pensamiento de Platón, de Aristóteles, en el estoicismo y, en un modo del todo particular, en Plotino (130).

En su manera de concebir la unidad la especulación filosófica se une a la religión y a la mística y a las representaciones de la unidad y de la unión con la divinidad; allí se encuentran igualmente temas griegos y orientales.

Al mismo tiempo aparece claro, frente a estas tentativas, que sólo la revelación cristiana enseña la más alta e intensa unidad, en cuanto abraza lo que, en lo finito, se diversifica y se hace principio de división: la personalidad, la libertad. Para los cristianos todo se reduce a la unidad en una persona que ama y es libre, el Padre. Es una unidad inconcebible en términos humanos, es una "super-unidad" ( unitas super principium unitatis), según la bella expresión del Pseudo Dionisio (131).

Divinización

Todo el dinamismo del Espíritu Santo, que está en nosotros, consiste en ponernos en comunicación viva con Jesús y con el Padre, "deificarnos". A pesar de la historia que pesa sobre el tema, el vocabulario de la "deificación", "divinización" ( ), debía imponerse a los Padres griegos como capaz de expresar la novedad de la condición en que la Encarnación del Hijo de Dios había dejado al hombre (132). La divinización del hombre responde a la lógica interna de la "humanización" de Dios (133). Se trata de un misterioso intercambio en que "cada uno hace suyas las propiedades del otro (134).

Mientras que el Antiguo Testamento se preocupa de preservar lo absoluto de la trascendencia divina, el pensamiento religioso de los antiguos Griegos oscila entre el sentimiento de la condición humana que no está permitida superar (135), y la asimilación a Dios, la conciencia de ser de la raza de Dios. "Tú eres un fragmento de Dios -escribe Epicteto-. Tú tienes en ti una parte de Dios" (136). San Pablo retoma ante el Areópogo esta afirmación del poeta Aratos: "Somos de la raza (de Dios)" (Hech. 17, 28).

Entre los cristianos, Ignacio de Antioquía dice a sus coetáneos que son "portadores de Dios" ( ) (137), "llenos de Dios" ( ) (138), etc. Pero le correspondía a Clemente de Alejandría dar a esta doctrina la expresión adecuada, volviendo al vocabulario de la divinización: "El Verbo de Dios se ha hecho hombre para que tú aprendas desde un hombre, cómo el hombre puede hacerse Dios" (139).

Atanasio, identificando netamente la filiación y la divinización, cuida de subrayar que esta asimilación a Dios no es una identificación: ella no nos hace "como el Dios verdadero o como su Verbo, sino como Dios ha querido darnos esta gracia" (140).

En el Pseudo Dionisio Areopagita la divinización se integra en el esquema neo-platónico de retorno a Dios. Máximo el Confesor pone la lógica y la física aristotélicas y platónicas al servicio de una visión teológica del mundo, cuyo fundamento es la divinización, que es "el cumplimiento de los tiempos y de la edad de todo aquello que se vuelve a unir" (141).

Simeón el Nuevo Teólogo insiste, y se trata de un aporte nuevo, sobre la toma de conciencia de este estado. Dos siglos más tarde, Gregorio Palamas hará de la divinización el argumento decisivo de su síntesis teológica (142).

En nuestros días es mérito de los teólogos de Oriente si esta doctrina se ha hecho familiar a los Occidentales (143). De las restantes, las teorías "sofiológicas" o "sofiánicas" no son ni siquiera la expresión.

En el vocabulario de la divinización temas cercanos pueden encontrar su expresión: el de la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, el de la filiación adoptiva, de la imitación de Dios y de su Cristo, y también el de la contemplación, de la caridad, la virtud, la oración.

Expresiones equivalentes

Las palabras son menos importantes que la realidad que designan. De hecho, numerosos autores no usan ni théosis () ni theopóiesis ( ) sino que prefieren atenerse al lenguaje de la Escritura.

Filiación adoptiva: Cirilo de Alejandría distingue un doble parentesco de la humanidad con el Hijo: "en El y por El somos hijos de Dios por naturaleza ( ) y por gracia ( )" (144). Esquematizando un poco, Juan Crisóstomo afirma que la adopción divina en la Ley antigua no era más que nominal, mientras que en la nueva se hace realidad (145).

Regeneración: Si la noción de adopción es de origen jurídico, más vital es "el nacimiento siempre nuevo del Verbo en el corazón de los santos" (146) que es un "rehacerse" ( ) de nuestra naturaleza que se realiza con la encarnación (147).

Unción: Cristo es el Ungido, la comunicación de la santidad divina a la naturaleza humana es una "unción" (148).

Parentesco: ( ) con Dios (149).

Comunión: ( ) (150).

Familiaridad: ( ) originalmente: libertad de palabra (151).

Nueva alianza (152).

Connaturalidad con Dios: "la connaturalidad con lo divino, como aquél que ha nacido de Dios, que permanece en Dios y en el mundo divino, siendo ya transportado al siglo futuro" (153), según las palabras de Macario el Grande.
Conjunción ( ) (154).

Legamen ( ) (155).

Imagen del desposorio (156).

Mezcla ( ) (157) y participación ( , ) (158). Estos dos términos sirven, por su aspecto filosófico, para expresar la presencia substancial y asimiladora de las tres Personas divinas comunicándose al fiel.
Imagen de Dios, vida eterna, salvación: exigen un desarrollo más amplio.
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NOTAS
(1) Cfr. G. VERBEKE, L'evolution de la doctrine du Pneuma, du stoïcisme à Saint Augustin, París-Lovaina 1945; I. HAUSHERR, Direction spirituelle en Orient autrefois, OCA 144, Roma 1955, en particular las pp. 45-55, una historia de la palabra pneumatikós; DS 3, coll. 1015 ss., 1025, 1049 ss.; DS 2, 1833.

(2) Gen. 2, 7; Job. 27, 2; 12, 10; Sal. 104, 29 ss.

(3) I. HERMANN, Esprit-Saint, Étude biblique, EF II, pp. 18-24.

(4) Cfr. J. GRIBOMONT, L'Esprit sanctificateur dans la spiritualité des Pères grecs, DS 4, 2 (1961), coll. 1257-1272; cfr. p. 80.

(5) Adversus haereses, V, 9, 1-2, p. 7, 1144-45, HARVEY, t. 2, pp. 342-343; P. GALTIER, Le Saint-Esprit en nous d'après les Pères grecs, Roma 1946; A. D'ALÈS, La doctrine de l'Esprit Saint en saint Irénee, RSR 14 (1924), pp. 497-538.

(6) Homilía 2, 5, sobre la oscuridad de las profecías, p. 56, 183a; I. TUGIJ, Tajna christianskoj zizni (El misterio de la vida cristiana), ed. Optina Pustyn, 1908.

(7) Cfr. O. SEMMELROTH, Esprit Saint. Histoire dogmatique, EF II, pp. 26 ss.

(8) De fide 10, 9, ASSEMANI, tomo 3, p. 23; BECK, p. 34.

(9) Cfr. SEMMELROTH, art. cit., p. 27.

(10) P. GALTIER, Le Saint-Esprit en nous d'après les Pères grecs, Anal. Greg., serie teol. 35, Roma 1946 (Rec.: G. PHILIPS, Le Saint Esprit en nous. À propos d'un livre récent, in Ephemerides theologicae lovanienses 24 (1948), pp. 127-135; J. GRIBOMONT, Esprit Sanctificateur dans la spiritualité des Pères grecs, DS 4, 2 (1961), COLL. 1257-1272.

(11) PSEUDO-MACARIO, De caritate 24, p. 34, 928 b; Théophane le Reclus, p. 32.

(12) Cfr. vg. Homilía 1, 3, p. 34, 452 ss.; Homilía 6, 6, col. 521 cd; Homilía 15, 1-2, coll. 576 ss.

(13) I. HAUSHERR, L'erreur fondamentale et la logique du Messalianisme, OCP 1 (1935), pp. 168 ss.; Études de spir. orient., OCA 183, Roma 1969, pp. 68 ss.

(14) Théophane le Reclus, pp. 5 ss.

(15) Demonstrazione 6, 14, ed. J. PARISOT, Patr. syr. 1, col. 293; cfr. J. GRIBOMONT in DS 4, 2, col. 1266.

(16) Tratado del Espíritu Santo 16, p. 32, 141 c; SC 17 (1947) p. 182.

(17) Cfr. La sophiologie de S. Basile, p. 196.

(18) Cfr. J. LEBRETON, Histoire du dogme de la Trinité, t. 2, París 1928, pp. XVI-XXI, e G. L. PRESTIGE, God in Patristic Thought, Londres 1936, pp. 80-86, trad. italiana, Boloña 1969. El término se explica con un recurso a las categorías del pensamiento judaico y expresa la personalidad distinta del Espíritu pero sobre todo su misión por la salvación de la Iglesia y la santidad de los cristianos; cfr. J. DANIÉLOU, Thélogie du Judéo-Christianisme, París 1958, pp. 177-198; trad. italiana, Boloña 1964, pp. 215-252.

(19) Cfr. GREGORIO DI NISSA, Adversus Macedoniani III, 1, ed. F. MUELLER, p. 109, 16-20.

(20) BASILIO, Tr. de Spir. S. 26, p. 32, 180 c; SC 17, p. 226.

(21) Ibíd.

(22) Ibíd., col. 180 d; p. 226.

(23) Ibíd., col 180 bc; p. 225 ss.

(24) De oratione 10, 2, p. 11, 445 c; GCS 2, p. 320, 12.

(25) Cfr. p. 80.

(26) Adv. Haer. V, 6, 1 p. 7, 1138 a; cf. p. 25.

(27) Cto jest' duchovnaja zizn... (Así es la vida espiritual...) Moscú 1897, p. 49; Théophane le Reclus, p. 33.

(28) L'Esprit Saint et l'Église d'après la tradition liturgique, en L'Esprit Saint et Église, Actes du symposium... Lib. Fayard 1969, p. 98.

(29) De principiis I, 8, 3, p. 11, 178 c; GCS 5, p. 100; cfr GALTIER, op. cit., pp. 1 ss.

(30) Cfr. I. ORTIZ DE URBINA, Nicée et Constantinople, París 1963, pp. 182-192; J.N.D. KELLY, Early Christian Creeds, Londres 1950, pp. 276-332.

(31) BASILIO, Tr. de Sp. S. 18, p. 32, 153 b; SC 17, p. 197.

(32) PSEUDO-BASILIO, Contra Eunomio 5, p. 29, 717.

(33) Cfr. METODIO D'OLIMPO, El banquete 1, 3, p. 18, 44 b; GCS, p. 12.

(34) CIRILLO DE JERUSALÉN, Catequesis 16, 12, p. 33, 933.

(35) Cfr. J. GRIBOMONT in DS 4, 2, col. 1269.

(36) Ibíd.; cfr. BASILIO, Reglas menores 204, p. 31, 1217 b.

(37) Cfr. ORIGENE, De orat. 2, p. 11, 421; Théophane le Reclus, p. 239: La oración es "la respiración del Espíritu".

(38) Cfr. S. SALAVILLE, Epiclèse eucharistique, Catholicisme IV (1956), coll. 302-307.
(39) Cfr. P. EVDOKIMOV, L'Esprit Saint et l'Église, p. 97: "La acción santificadora del Espíritu precede a todo acto en el que lo espiritual toma cuerpo, se encarna, se hace cristofanía".

(40) BASILIO, Tr. de Sp. S. 26, p. 32, 181 ab; SC 17 (1968), p. 467.

(41) M. SPANNEUT, Le stoïcisme..., pp. 332 ss.

(42) Pisma o duchovnoj zizni (Carta sobre la vida espiritual), Moscú 1903, p. 247; Théophne le Reclus, p. 196.

(43) Cfr. V. SOLOVIEV, Duchovnyja osnovy zizni (Los Fundamentos espirituales de la vida), Obras, ed. S. Petersburgo (sin fecha, reeditada en Bruselas 1966), vol 3, pp. 353 ss; I. KOLOGRIVOF, Santi Russi, Milán 1977, pp. 10 ss.

(44) Pisma k raznym licam... (Cartas a diversas personas...) Moscú 1982, p. 376.

(45) TEOFANE, Pisma k raznym licam 86, 160, p. 464.

(46) Cfr. KOLOGRIVOF, op. cit., pp. 453 ss.

(47) Comentario a S. Mateo 10, 2, KLOSTERMANN, GCS 10, p. 2; cfr. 10, 11, p. 12.

(48) In sanctum Pascha, Or. I, 4-5, p. 35, 397 bc.

(49) N. CABASILAS, La vida en Cristo, 7 p. 150, 172 a.

(50) Cfr. H. CROUZEL, Théologie de l'image de Dieu chez Origène, París 1956, pp. 3 ss.

(51) GREGORIO DE NAZ., Oración 40, 4, p. 36, 361 c-364 a; Oración 2, 98, p. 35, 500 bc.

(52) Vol. 5, Atenas 1963, p. 66.

(53) M. LOT-BORODINE, La doctine de la "déification" dans l'Église greque jusqu'au lle siécle, en Revue d'historie des religions, tomo 105 (1932), p. 30, nota 1; cfr. P. EVDOKIMOV, La femme et le salut du monde, Tournai-París 1958, p. 35.

(54) P. EVDOKIMOV, La femme..., p. 67, cfr. B. SCHULTZE, Probleme der orthodoxen Theologie, en Handbuch der Ostkirchenkunde, pp. 156 ss.

(55) Cfr. L. REGNAULT in DS 7, 2 (1971), coll. 1949 ss.

(56) Cfr. G. AULÉN, Christus Victor, trad. franc., 3 ed. París 1949.

(57) ORÍGENES, Contra Celsum 2, 67, p. 11, 901 bc; GCS 2, p. 349.

(58) Cfr. J. KIRCHMEYER in DS 6, col. 825.

(59) Cfr. Grégorie de Nazianze, p. 87.

(60) Cfr. ARISTOTELES, Ética a Nicómaco I, 5, 1997, FIRMIN-DIDOT II, p. 6.

(61) Cfr. Grégorie de Nazianze, p. 87.

(62) Cfr. H. KLEINKNECHT, Die Logoi des Philo von Alexandria, KITTEL 4, pp. 87 ss.

(63) Cfr. F.J. SCHIERSE, Médiateur, EF III, pp. 46-49.

(64) Adv. haer. II, 22, 4, PG 7, 784 a; V, 14, 1-4, coll. 1160-1163.

(65) Coloquio con Eráclito 7, SC 67 (1960) p. 70.

(66) Cfr. Grégorie de Nazianze, p. 94; Or. 38, 13, p. 35, 325 b.

(67) Cfr. CIRILLO DE ALEJANDRÍA, Thesaurus 32, p. 75, 504 ac; y la definición del Concilio de Calcedonia en el año 451, DENZINGER, n. 301-302.

(68) GREGORIO DE NAZ., Or. 2, 23, p. 35, 432 bc.

(69) Cfr. R. BRUNET in DS 4, 1 (1960), coll. 396 ss.

(70) La vida en Cristo 1, p. 150, 501 c.

(71) Ibíd., coll. 596 ss.; 620 c; 621 ab; S. SALAVILLE in DS 4, 1, col. 7.

(72) Or. 2, 23, p. 35, 433 a.

(73) Cfr. L. THUNBERG, Microcosm and Mediator, The Theological Anthropology of Maximus the Confessor, Lund 1965.

(74) Mystagogogia 1, p. 91, 668.

(75) Cfr. C. CAPIZZI, Pantocrator, OCA 170, Roma 1964.

(76) Cfr. T. SPIDLIK, Gesù nella pietà dei Cristiani Orientali, in E. ANCILLI, Gesù Cristo - mistero e presenza, Roma 1971, pp. 385-408; id., I grandi mistici russi, Roma 1977, pp. 327-344.

(77) V. SOLOVIEV, La justification du bien II, III, 3, París 1939, p. 190.

(78) De oratione 15-16, p. 11, 464 ss.; cfr. EFREM, De virginatate 31, 2 RAHMANI, p. 88.

(79) Cfr. por ej. sus "Homilías sobre S. Lucas" (12-17, p. 13, 1828-47) donde aparece una intimidad casi familiar hacia el Niño Jesús: "Oremos al Dios omnipotente, oremos también a aquél Niño Jesús con quien deseamos hablar teniéndolo en nuestros brazos" (col. 1839 c).

(80) Cfr. I. HAUSHERR, Noms du Christ et voies d'oraison, OCA 157, Roma 1960, pp. 96 ss.

(81) Título de un artículo de S. SALAVILLE, RAM 25 (1949), pp. 247-259.

(82) Vol. V, Atenas 1963, p. 66; cfr. I. HAUSHERR, op. cit., pp. 279 ss.

(83) J. ZIEGLER, Dulcedo Dei. Ein Beitrag zur Theologie der griechischem und lateinischen Bibel, Munich 1937.

(84) Cfr. Ignacio, Policarpo, más tarde TERTULLIANO, De carne Christi 6, PL 1, 809; cfr. G. BARDY, Docétisme, DS 3 (1967), coll. 1461-1468.

(85) Essai sur la théologie mystique de l'Église d'Orient, París 1944, p. 242.

(86) Cartas X, 96, coll. Budé, t. 4, ed. M. DURRY, París 1947, p. 96.

(87) ARNOBE, Adversus nationes I, 36, CSEL 4, ed. A. REIFFERSCHEID, 1875, p. 23.

(88) Cfr. J. A. ROBILLIARD in DS 5 (1964), coll. 26-33.

(89) De fide orthodoxa III, 8, p. 94, 1013 ss.

(90) Cfr. DS 7, 2 (1971), coll. 1536-1601.

(91) Cfr. DS 7, 2, col. 1536.

(92) Essai sur la théologie mystique de l'Église d'Orient, París 1944, p. 242.

(93) R. KOCH, L'imitation de Dieu dans la morale de l'ancien Testament, in Studia moralia, t. 2, Roma 1964, pp. 73-88.

(94) Cfr. DS 7, 2, coll. 1539 ss.

(95) Lista en L. CERFAUX, Le chrétien dans la théologie paulinienne, París 1962, p. 311.

(96) Cfr. L. B. GILLON, L'imitation du Christ et la morale de saint Thomas, in Angelicum 36 (1959), pp. 270-275.

(97) La vida en Cristo 7, p. 150, 721 d.

(98) Escala del Paraíso 1, p. 88, 633 b.

(99) Es la doctrina del primer tomo de "In Joannem", cf. M. HARL, Origène et la fonction révélatrice du Verbe Incarné, París 1958, p. 290.

(100) Cfr. Card. BERULLE, Oeuvres de piété, n. 54 (77), París 1944, p. 202.

(101) Cfr. M. HARL, op. cit., p. 291.

(102) Or. 1, 5, p. 35, 400 a; Grégorie de Nazianze, pp. 107 ss.

(103) Or. 39, 14, p. 36, 349 c.

(104) S. BULGAKOV, The Orthodox Church, Londres 1935, p. 150, cfr. B. BOBRINSKIJ, in S. VERCHOVSKOJ, Pravoslavie v zizni, Nueva York 1935, pp. 244 ss.

(105) Cfr. GREGORIO DE NAZ., Or. 19, 13, p. 35, 1060 ab; 42, 13, p. 36, 473 a.

(106) Cfr. A. OLTRÁMARE, Origines de la diatribe romaine, Losanna 1926.

(107) H. PÉTRÉ, Exemplum - époque patristique, DS 4, 2 (1961), coll. 1886-1892.

(108) Cfr. p. 65, 73 c; dusepoleznaja en ruso.

(109) Ibíd., col. 72 a.

(110) Escala del Paraíso 1, p. 88, 623 b.

(111) H. FRIES, Dieu EF I, p. 341.

(112) Cfr. R. A. GAUTHIER, Eudémonisme, DS 4, 2 (1961), coll. 1660-1674; M. SPANNEUT, Le stoïcisme des Pères de l'Église, p. 37.

(113) Cfr. ARISTÓTELES, "Ética a Eudemo" I, 1, ed. A. F. DIDOT, París, vol. II, p. 184.

(114) A. J. FESTUGIÈRE, Contemplation et vie contemplative selon Platon, París 1936, pp. 289 ss.

(115) Leyes IV, 716 c.

(116) PLUTARCO, Quaestiones conviviales I, 4, 5; FIRMIN-DIDOT, vol. II, París 1941, p. 743.

(117) Cfr. Grégorie de Nazianze, pp. 134 ss.; cfr. p. 294.

(118) Cfr. ERODOTO, Historia VII, 10, 55; cfr. p. 42.

(119) J. ALFARO, Dieu-Père, EF I, pp. 355-363.

(120) Kephalaia gnostica III, 64, ed. GUILLAUMONT, pp. 123-125.

(121) Cfr. K. RAHNER, Mystère, EF III, p. 163.

(122) Cfr. T. SPIDLIK, La libertà come riflesso del mistero trinitario nei Padri Greci, en Augustinianum 13 (1973), pp. 515-523.

(123) Homilías sobre los Números 10, 3, SC 29 (1951), p. 199.

(124) Or. 16, 9, p. 35, 954 c (cfr. el comentario de MAXIMO EL CONFESOR, Ambigua, p. 91, 1088 ad); Or. 8, 23, p. 35, 816 c.

(125) M. SCHMAUS, Tirnité, EF IV, p. 369.

(126) Concilio de Florencia, DENZINGER 703; ed. 1963, 1330.

(127) BASILIO, Tr. de Sp. S. 16, p. 32, 137 b; SC 17 (1968), p. 382.

(128) Cfr. M. LOT-BORODINE in RHR 106 (1933), p. 35.

(129) Tr. de Sp. S. 18, col. 153 b, SC 17, p. 197 ss.; CIRILO DE ALEJANDRÍA, De incarnatione Unigeniti, p. 75, 1119 b, ed. PUSEY, p. 96: "Somos hijos de Dios por medio del Hijo en el Espíritu"; cfr. DS 4, 2, col. 1263.

(130) H. FRIES, Unité, EF 4, pp. 376-387.

(131) De divinis nominibus II, 4, p. 3, 641 a; ibíd. II, 1, col. 637: ; cfr. A. VAN DEN DAELE, Indices Pseudo-Dionysiani, Lovania 1941, p. 139;

(132) I. H. DALMAIS in DS 3, col. 1376,

(133) Cfr. IRENEO, Adv. haer. III, 19, 1, p. 7, 939 b.

(134) TEODORO DE ANCIRA, In nativitatem 5, p. 77, 1356 bc.

(135) Ilíada V, 441-442: "Serán siempre razas distintas -dice Apolo a Diónedes- la de los inmortales y la de los humanos que caminan sobre la tierra".

(136) Disertaciones II, 8, 11.

(137) Carta a los efesios 9, 2.

(138) A los magnesios 14, 1.

(139) Protreptico 1, 8, SC 2 bis (1949), p. 63.

(140) Contra los arrianos 3, 19, p. 26, 361 c-364 a; cfr. 24-25, coll. 373-376; De decretis 31, p. 25, 473.

(141) Quaestiones ad Thalassium 59, P. 90, 608 D-609 B.

(142) Cfr. G. I. MANTZARIDES, La dottrina sulla deificazione dell'uomo in Gregorio Palamas, Salónica 1963 (en griego)
.
(143) Cfr. M. LOT-BORODINE, op. cit., Introd. di J. DANIÉLOU.

(144) De incarnatione Unigeniti, p. 75, 1229 b; cfr. L. JANSSENS, Notre filiation divine d'après saint Cyrille d'Alexandrie, in Ephemerides theologicae lovanienses 15 (1938), pp. 233-278.

(145) In Joannem 14, 2, p. 59, 93 c; Ad. Rom. hom. 14, 2, p. 60, 526 bd; J. KIRCHMEYER in DS 6, 1, col. 840.

(146) A Diogneto 11, 4, SC 33 bis (1965), p. 80.

(147) JUAN CRISÓSTOMO, In Joannem 14, 2, p. 59, 93 b; CIRILO DE ALEJANDRÍA, In Joelem 2, 28 p. 71, 380 ab; ed. Pusey, tomo 1, p. 338.

(148) Cfr. J. KIRCHMEYER in DS 6, coll. 836 ss.; I. DE LA POTTERIE, L'onction du chrétien par la foi, in La vie selon l'Esprit, Unam Sanctam 55, París 1965, pp. 107-167.

(149) Cfr. ÉD. DES PLACES, Syngeneia. La parenté de l'homme avec Dieu d'Homère à la Patristique, París 1964.

(150) Cfr. DS 6, col. 836.

(151) IRENEO, Adv. haer. III, 18, 7, p. 7, 937 ab; SC 34 (1952), p. 326; J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, coll. Théologie 2, 2 ed. París 1953, pp. 110-123.

(152) Hebreos 9, 15 e 12, 24; en especial los autores etíopes.

(153) TEÓFANO EL RECLUSO, Nacertanie christianskogo nravoucenija (Exposición de la moral cristiana) Moscú 1895, p. 309; PSEUDO-MACARIO, De charit. 18-19, p. 34, 929 ss.

(154) Cfr. DS 6, col. 836.

(155) Ibíd.

(156) Ibíd. COLL. 858-859.

(157) Cfr. J. STOFFELS, Die mystische Theologie Makarius des Aegypters und die altesten Ansätze christlicher Mystik, Bonn 1807, pp. 160 ss.

(158) Cfr. DS 6, col. 839.


Extraido de guiadecontemplativos.4t.com

miércoles, 14 de enero de 2009

"La voluntad de Dios"...P. Tomás Spidlik S.J.






Obediencia a la voluntad de Dios.


Obedecer, en el contexto bíblico, significa abrir el oído a las expresiones de la voluntad de otro y darle respuesta. La obediencia es entonces subordinación (ypotásseszai) y acción (poiein). Ninguna creatura puede sustraerse a la sumisión a la voluntad de Dios; los mismos paganos lo han reconocido magníficamente alguna vez (1)
.
La búsqueda asidua de la voluntad de Dios es entonces la primera regla de la praxis espiritual (2). Los ascetas insisten tanto sobre el amor a la voluntad de Dios, que en la esfera de la iniciativa personal, en la cual podríamos perdernos, quieren tener la certeza de no equivocarse nunca. Su gran problema es: ¿dónde se manifiesta la voluntad de Dios?

En todas partes, en el Oriente antiguo, existían hombres considerados idóneos para recibir un mensaje de la divinidad mediante una inspiración directa. Las profecías desaparecerán algún día, explica S. Pablo (I Cor. 13, 8). Pero esto sucederá al fin de los tiempos. En la Iglesia actual, piensa Evergetino, los "corifeos entre los Padres... tendrán por maestro no a un hombre, sino a Dios y a su conciencia, y se convertirán en fuente de luz para el universo" (3). Probablemente refiere aquí un cierto eco de las luchas de Simeón el Nuevo Teólogo por los privilegios de las personas espirituales: "Son raros, sin embargo hay todavía de estos hombres guiados desde el comienzo por el Espíritu Santo, que no han tenido personalmente necesidad de una guía humana, y por tanto han llegado a ser a su vez, más tarde, guías de otros. Cosa que debemos admirar y no imitar, considerando nuestra debilidad" (4).

Obediencia al padre espiritual.

Todo el pueblo podrá ser profeta, auguraba Moisés (Num. 11, 29). S. Pablo no está totalmente convencido, queriendo que se ejercite el carisma profético dentro de un orden y para bien de los otros (I Cor. 14, 28-32). La gran fama de los "padres espirituales", de los "abades", de los startsi ("ancianos") del monaquismo deriva de esta constatación: no todos son dignos de ser iluminados directamente por el Espíritu Santo, aunque sino conforme a la naturaleza humana; pero sobretodo no todos son capaces de discernir si los pensamientos provienen del Espíritu Santo o no. El siguiente consejo de Barsanufio es parte de la tradición: "hermano, no te precipites en el discernimiento de los pensamientos que te vienen. No estás capacitado... Pero el pensamiento que se detiene en ti y que te hace la guerra, dilo a tu abad, y él te curará en el nombre de Dios" (5). El verdadero padre espiritual no se encuentra fácilmente, es necesario buscarlo (aunque para esto debiera cambiar de monasterio) (6). Una vez encontrado, se permanece fiel a él (7).

La dirección espiritual es un deber del gnóstico: no es más que la puesta en práctica del discernimiento de espíritus. En consecuencia el don de la diacrisis sobresale por sobre los otros dones en materia de dirección. El diacriticós puede ser al mismo tiempo dioraticós, tener como don la "perspicacia", incluso la cardiognosis (8). El don de la diacrisis unido a la "profecía", el saber hablar en nombre de Dios, hace al perfecto padre espiritual (9).

¿Es necesario ser sacerdote? ¿Es necesario ser igúmeno? Respecto a ambos interrogantes hay pareceres variados y controvertidos (10). Intervienen en este debate una cuestión teológica, el valor del Sacramento de la penitencia, y un eterno problema práctico: ¿gobierno centralizado en los monasterios o libertad de los monjes para elegir sus padres espirituales? La solución ideal sería la unión de las tres prerrogativas: el santo igúmeno que es sacerdote y diacrítico asume la tarea de la dirección espiritual. Esta no es por sí misma ni una función jerárquica ni jurídica. Se trata de la disposición de imponerse, por amor, las fatigas y las penas que implica el cuidado de un alma deseosa de la salvación.

Obediencia jerárquica

En la literatura monástica son numerosos los ejemplos en los que la autoridad del superior parece revestir un carácter de absolutismo divino. Se tiene la impresión de que el superior es la imagen del Pantocrator [Todopoderoso] en un territorio limitado, plenamente responsable de todos y de todo aquél que cae bajo su mirada nunca adormecida (11).

¿Cómo es que se ha pasado tan fácilmente de la obediencia al padre espiritual, teóforo, profeta, a la obediencia al jefe jurídico?. Este pasaje del "carisma al derecho" esta justificado sólo en la medida en que se cree en el gran carisma de la misma Iglesia, en la presencia del Espíritu en las estructuras humanas. En este caso no se trata de una sustitución del carisma con el derecho, sino más bien de la sumisión de los dones particulares al carisma universal de la Iglesia (12).

¿La obediencia a una persona o a la ley escrita?

Un musulmán del siglo XI quedó impresionado por la estima de los cristianos por sus "padres", y lo explica así: el cristianismo originariamente no estuvo "codificado" (13). El título de "padre", en efecto, es el más grande honor que puede ser conferido entre los cristianos, se trate del "padre espiritual" o del "abad" de un monasterio, de los "Padres" de un Concilio o de los "padres" sacerdotes (14).

Se supone, entonces, que son todos "paternos". La dirección espiritual exige mucha paciencia y mansedumbre (15), que no llegan sin una disciplina vigorosa; no teme hablar fuerte y claro (16), y al mismo tiempo socorre con la oración. "Padre, ruegue por mí" es la fórmula que introduce frecuentemente la solicitud del discípulo (17). Y cuando éste habla de lo que ha hecho bien, no deja de agregar: "Por las oraciones de mi padre espiritual" (18).

La virtud principal que caracteriza al abad de una comunidad es la responsabilidad tanto por sus súbditos como por la observancia de la ley de Dios (19). Si descuidase este grave deber incurriría en la propia condenación y en la de sus súbditos, por perfecta que fuese su vida personal (20).

"Quien confía en la obediencia a los padres está libre de toda preocupación y posee la paz" (21). Los superiores tienen, por el contrario, sus obligaciones: enseñar (22) vigilar y corregir a los pecadores (23), dirigir los trabajos (24). Resumiendo, nada se debe hacer sin la bendición del superior. Esta bendición -asegura José de Volokolansk- atrae la gracia de Dios sobre nosotros, mientras que toda acción cumplida sin autorización es ya en sí maldita (25).

Sobre este argumento las opiniones no son unánimes. Para Basilio, parece que la función del superior consistiría solamente en discernir si la acción a realizar era o no según el mandamiento de Dios. El igúmeno no estaba dotado de una autoridad que le permitiese transformar una acción en sí misma indiferente en una acción buena dándole el valor de explícita voluntad de Dios (26).

La tradición monástica, después, oscilará entre las dos formas de la obediencia: más "personal", en base a la cual el superior tiene verdaderamente el lugar de Dios, y más "escritural", en base a la cual el verdadero "superior" es la ley escrita. En este segundo caso está el peligro de reducir al "padre" a un rabbí que aplica la thorá, mientras que en el primero el peligro es otro: sentirse superior a los mandamientos divinos (27).

Obediencia a los mandamientos divinos.

La voluntad de Dios, trasmitida por boca del padre espi-ritual, se expresa por medio de una [palabra], logion, dictum. Lo que nos asombra en los Apotegmas es su variedad y su aparentes contradicciones. La dirección espiritual deja un cierto espacio a la iniciativa personal en la búsqueda de lo que se llama la politeia, un "ejercicio" (o un modo de vida), los medios puestos por obra para realizar la vida virtuosa (28).

¿Ha sido este individualismo el que ha escandalizado a Basilio durante su viaje a Egipto? ¿O más bien la triste experiencia con su padre espiritual Eustacio de Sebaste? (29). Una cosa es cierta, que no recomienda a sus monjes ningún logion surgido de la boca de un carismático. La Escritura divinamente inspirada los contiene suficientemente para todos. Ella es "un remedio al alcance de todos" y cada uno "encontrará allí la medicina adecuada a su mal" (30).

El cristiano no tiene necesidad de pruebas para saber que la voluntad de Dios se manifiesta en los mandamientos de la Escritura. Cuando el traductor siríaco tradujo (con gran dificultad) la palabra desconocida praktiké por (pulhâma depuqddânê), "práctica de los mandamientos", esta traducción no era enteramente falsa, porque Evagrio mismo afirma que la praktiké "reposa sobre la observancia de los mandamientos" (31).

Al contrario, "todo lo que hay de desorden y de malicia en el mundo... proviene del hecho que no se aceptan, como se debe, las Escrituras divinas" (32). El opúsculo Sobre el Juicio de Dios (entre las obras de Basilio) desarrolla esta doctrina con patética elocuencia (33). Para Basilio se trata de una exigencia primordial del Evangelio: cumplir todos los mandamientos de Dios (34). La violación de un solo precepto implica la violación de todos los otros (35). A la pregunta: "si a todas nuestras buenas acciones les falta una sola acción virtuosa, ¿seremos excluidos de la salvación por este único motivo?", responde que sí (36). José de Volokolamsk responde en el mismo sentido: "habiendo sido dados para nuestra salvación, todos los mandamientos son admirables y útiles". Por lo tanto debemos cumplir todo lo que el Señor ha ordenado (37). Por otra parte, el hombre tiene la facultad, "las fuerzas y las energías necesarias para cumplir todos los mandamientos que se le han impuesto" (38).

La observancia de todos los preceptos divinos instaura en el mundo el orden, la unidad mediante la Providencia, la cual no es otra cosa que "un pensamiento contenido en el mandamiento" (39), una disposición "sabia y bien ordenada" (sofé kai eytaktós diakósmesis)(40). En una comunidad, la observancia fiel de los mandamientos crea la armonía de los miembros y ellos llegan a ser unánimes (omópsyjoi adelfoi).

Preceptos-consejos; espiritualidad cristiana - monástica.

Actualmente se ha realizado una distinción muy neta entre "salvación del alma" y "perfección", y se han dividido en categorías a cuantos quieren obrar por su salvación: se habla de espiritualidad monástica, del clero secular, del laicado, etc.

Los grandes maestros del Oriente cristiano consideraban un error y un daño para todos, monjes y no monjes, insistir más sobre la diferencia que sobre la igualdad casi total. "Las Sagradas Escrituras no conocen tal subdivisión, quieren que todos lleven la vida de los monjes, incluso si son casados", escribe S. Juan Crisóstomo (41).

En Oriente no se habla de "consejos evangélicos". Se utiliza más bien una vieja y tradicional distinción entre las virtudes del alma y las virtudes del cuerpo, psíquicas y somáticas (42). Los consejos evangélicos son las "virtudes somáticas", instrumento de las virtudes, medios para adquirir las virtudes. En consecuencia los monjes que son vírgenes y pobres se encuentran en mejores condiciones para llevar la vida de salvación necesaria a todos los cristianos (43).
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NOTAS
(1) Cfr. entre otros EPICTETO, Dissertationes, 4.1; Manuale 53; JAGU,A., Epictète, D.S.4, 1 (1960) col. 825 ss.

(2) Cfr. los comentarios al Padre Nuestro, por ej.: Orígenes, De oratione, 26.1; Gregorio de Nisa; P.G. 44, 1161ss.; HAMMAN, Le Pater expliqué par les Péres, París, 1951.

(3) Synagogé, Constatinopla 1861, IV, cap. 38, p. 126; cfr. HAUSHERR, Paul Evergétinos a-t-il connu Syméon le Nouvean Théologien?, OCP 23 (1957), p. 73; Etudes de spir. orientale, OCA 183, Roma 1969, pp. 276 ss.

(4) Ibíd.

(5) Ed. por NICODEMO EL AGIORITA, Volos 1960, nº 69; S.C 92; p 54.

(6) Cfr. HERMAN, E., La "stabilitas loci" nel Monachesimo Bizantino, O.C.P. 21 (1955) pp. 115-142.

(7) Cfr. HAUSHERR, I., Direction spirituelle en Orient autrefois, O.C.A. 144, Roma 1955, p. 186; id. en D.S. 3 (1957) col. 1047 ss.

(8) HAUSHERR, op.cit., pp. 97 ss, col 1016 ss, col 1033 ss.

(9) Ibíd. p. 103, col. 1024 ss., col. 1032 ss.

(10) Ibíd. p. 105, col. 1017 ss.

(11) Cfr. SPIDLÍK, Tomás S.J., Le concept de l’obeissance et de la conscience selon Dorothée de Gaza, en Stud. Patr. XI, Berlín 1972; trad. italiana en Vita consacrata 13, (1977) pp. 105-112.

(12) Cfr. SPIDLÍK, Tomás S.J., L’obbedienza tra carisma e estituzione, en Vita monastica 24,(1974), pp. 36-49.

(13) MOHAMED AL-BIROUNI, Les fêtes des Melchites, Kanoun I, P.O.X, p 298, ed. por R. Griveau.

(14) Ibíd.; cfr. HAUSHERR, I, Direction spirituelle., p. 17.

(15) cfr. HAUSHERR, op. cit., pp. 68 ss; art. cit. col 1028 ss.

(16) Ibíd. pp. 76 ss, col. 1030 ss.

(17) Ibíd. p. 130, col. 1024 ss.

(18) Cfr. DOROTEO, Instrucción 1, 23; S.C. 92 (1963) p. 181.

(19) S. BASILIO, Reg. breve, 98.

(20) Cfr. Joseph de Volokolamsk, p. 41.

(21) Cfr. DOROTEO, Instr. 1, 25.

(22) Cfr. REZÁC, J., De monachesimo orientali secundum recientorem legislationem Russicam, O.C.A. 138, Roma 1968, pp. 79 ss.

(23) Cfr. Joseph de Volokolamsk, p. 42.

(24) Cfr. LEROY, J., La réforme studite, en Monachesimo orientale, O.C.A. 153, Roma 1958, pp. 195ss.

(25) Joseph de Volokolamsk, p. 42.

(26) GRIBOMONT, J., Obéissance et évangile selon saint Basile le Grand, en La Vie Spirituelle, Supl. VI, (1952), pp. 192-215.

(27) SPIDLIK, Tomás S.J., L’ obbedienza tra carisma e istituzione, en Vita monastica 24, (1970), pp. 36-49; id. "Fous pour le Christ" en Orient, D.S. 5
(1964) col 752-761.

(28) HAUSHERR, I., Noms du Christ et voies d’oraison, O.C.A. 157, Roma 1960, pp. 162 ss.

(29) Cfr. GRIBOMONT, J., Eustathe le Philosophe et les voyages du jeune Basile de Césarée, en Rev. hist. Eccl. 54 (1959), pp. 115-124; id. Le monachisme au IVe siécle en Asie Mineure, en Stud. Patr. II (T.V. 64). Berlín 1967, pp. 400-415.

(30) S. BASILIO, Ep. 2, 3; cfr. GRIBOMONT, J., Les Regles morales de Saint Basile et le nouveau Testament, en Studia Patr. II, pp. 416-426.

(31) Cfr. GUILLAUMONT, A. y C., Intr. al Practicós de Evagrio, S.C. 170 p. 51.

(32) JOSÉ DE VOLOKOLAMSK, Prosvetitel’ (Illuminatore), Kazan 1875, p. 412; cfr. BASILIO, Quod Deus non est auctor malorum 4, P.G. 31, 337 cd.

(33) P.G. 31, 653-676; cfr. AMAND, D., L’ascèse monastique de Saint Basile, Maredsous 1948, pp. 152 ss.

(34) AMAND, op.cit., pp. 271 ss.

(35) Ibíd., pp. 275 ss.

(36) Reg. brev. 233, P.G. 31, 1237c-1240a

(37) Joseph de Volokolamsk, pp. 30 ss.

(38) Reg. fus. tr. 233, P.G. 31, 908c-909b; AMAND, op.cit., pp. 284 ss.

(39) BASILIO, Hom. in Hex. 7, 1, P.G. 29, 149a; S.C. 26, p. 395.

(40) Ibíd. 7, 4, col. 156a; La sophiologie de S. Basile, p. 17.

(41) Adv. oppugnatores vitae monasticae 3, 15, P.G. 47, 373A.

(42) Cfr. JUAN DAMASCENO, De virtude et vitio, P.G. 95, 85-98.

(43) Cfr. HAUSHERR, I., Vocation chrétienne et vocation monastique selon les Peres, en Laïcs et vie chrétienne perfaite, Roma 1963, p.p. 33-115; Etudes de spiritualité orientale, O.C.A. 183 (1969).

martes, 6 de enero de 2009

PENSAMIENTOS DE UN PEREGRINO: AFORISMOS





P. Fr. Alberto E. Justo O.P.

... les plus belles agapes fraternelles,
les plus magnifiques réunions d’hommes
électrisés par un plaisir commun n’en
donneront jamais de comparable á celle
(jouissance) qu’éprouve le Solitaire, qui,
d’un coup d’oeil, a embrassé et compris
toute la sublimité d’un paysage.
Ce coup d'oeil lui a conquis une propriété
individuelle inaliénable.
Charles Baudelaire
Petits Poémes en prose

Tout le malheur des hommes vient
d’une seule chose, qui est de ne savoir
pas demeurer en repos dans une chambre.
Pascal


Estas meditaciones, pensamientos, aforismos o propósitos, integran una serranía que, paso a paso, vamos creando y atravesando. A veces nos toca llegar a una cima, en otras ocasiones vamos por un valle y, luego, nos es necesario emprender una subida harto empinada.

Como cada lugar se liga al precedente e invita al siguiente, y no es ajeno a los acontecimientos que se suceden, hay en este curso una encendida musicalidad que evoca los caminos de la Historia. Se trata del orden de todos los días, cuando se nos presentan mil cuestiones que nos parecen en desorden, pero que son -siempre- reflejo de una armonía infinitamente más alta.

Tenga el lector la paciencia y la benevolencia de leerlos, recordando sus propias meditaciones, cuando en una sola jornada se enfrenta con tan diversas situaciones y propuestas.

Aforismos y propósitos diversos
Descubramos la musicalidad del pensamiento. Sereno fluir desde lo profundo del alma. Todo resuena en silencio en la memoria de esa primera música que es abismo de hondísima armonía. Es quietud escondida... ¡Paz admirable que los razonadores de este mundo no conocerán jamás!

Aún suena el rumor del agua, aún canta el arroyo cercano. Su melodía está más cerca del corazón. Sí, el sosiego es posible siempre. Porque la Belleza es signo de la Presencia del Señor que todo lo llena, que todo lo supera, que todo lo invade, que todo lo habita... Él es. Él es Él. Que no hay otro... Los fantasmas no existen... Se ilusiona vanamente el hombre cuando va detrás de ellos.

Dolor... ¿Hay alguien que pueda sospechar la angustia del testigo? Parece que todo se ha perdido.

Lucha desigual. Por una parte la debilidad, por la otra la torpeza. El atropello de esta última asola campos y poblados. ¡Torpeza infinita de una edad caduca!

Todos pasan indiferentes ante el dolor sin medida. Máxima es la desolación en la edad de la prueba.

Cuanto mayor es la visión, cuando ésta es más nítida y aguda, más grande es el mal y más incurable parece... Alguien ha dicho, y con mucha razón, que el dolor del pensador es tal que sólo la bienaventuranza eterna puede compensarlo... ¡Inconmensurable es el sufrimiento del testigo, sobre todo en las horas del abandono!

Pero no hay que temer. Resuene -siempre- en el corazón la invariable invitación y llamada del Señor: -no temas...

Dolor nuevo. ¿Quién pudiera valorar mejor estos instantes? ¿Vale la pena apelar a un camino siempre inédito? La furia de un tiempo desconocido se desata en el más oscuro horizonte. Sólo la ruina y la muerte aparecen como espectros de una desazón infinita.

¿Por qué? ¿Qué es lo que ha ocurrido en este reventón de los siglos? ¿Es la cultura de la muerte que sustituye la belleza y siembra y cultiva la angustia y el desconcierto?

Se han levantado no sé qué aires de tormenta. Son pocos, muy pocos, los que aciertan a percibirlos en toda su crudeza. Ha llegado una hora terrible, cuando las columnas que, hasta ayer, todo lo sostenían, hoy caen causando un derrumbe desconocido. Este es el misterio de nuestros días y de toda la historia.

Se trata de la desaparición, de una suerte de mudanza que devuelve imágenes, períodos y cosas al corazón, hacia lo interior, ya que no se hallan más delante de los ojos. Las grandes crisis que parecen destruir tantas cosas son, en cambio, las grandes ocasiones para interiorizarlas nuevamente, como si se requiriera una nueva conversión para gestarlas de otra manera.

Esto comporta una terrible lucha, interior y exterior. Desde luego el dolor es enorme y hasta desproporcionado. Pero no todos sufren. Son, en cambio, muy pocos. Sólo algunos elegidos que padecen lo indecible en el propio corazón, en la propia vida.

Llamamos la atención... Hora difícil cuando los hombres abandonan el noble arte de vivir según los más elevados principios que brotan de la tradición multisecular. ¿Por qué hemos perdido los criterios, la idoneidad de juzgar con alteza de miras?

Los pretendidos ingenuos en realidad no lo son. Pocas veces en la Historia han salido al escenario tantos pretendidos astutos. Pero éstos son tontos y debe distinguirse severamente al tonto del ingenuo.

En manos de los tontos ha perecido la cultura. Como decía Ortega y Gasset, el tonto no tiene vacaciones. El tonto no puede hacer otra cosa que tonterías...

No puede descuidarse la existencia de la tontería en un plan de vida espiritual. Porque hoy precisamente el espiritual se ve enfrentado a la aplastante vecindad de un sinnúmero de tontos. Tal vez corre más riesgo del que se supone cuando lo rodean y lo juzgan según los lugares comunes.

Los lugares comunes son los grandes enemigos de la cultura. Los tontos los cultivan con entusiasmo y frenesí. Parecen haber sido paridos por aquellos.

No es necesario lamentarse. Por el contrario, lo más urgente y lo más propio es actuar con el coraje correspondiente al valor de la conciencia de cada uno. Es urgente rescatar actitudes viriles y francas en las horas de la simulación y de la cobardía.

Los que pretenden el dominio son, por lo general hoy, indignos de ejercerlo, cualquiera sea éste. La prevaricación general y sus consecuencias imponen una reflexión madura que rechace cualquier compromiso con la mentira y con el error...

Ahora bien, son enormes los campos invadidos y contaminados. ¿Qué hacer? A pesar de todas las confusiones el Espíritu pondrá en nuestra boca lo que haya que decir y en nuestra conciencia lo que haya que actuar.

¡Firmeza! Sí, firmeza. Brota de la confianza y del abandono. No se ha de permanecer atado a ninguna situación ni creatura.

No, no podemos aceptar alianzas. Nada de pactos ni de dobleces ante nada ni ante nadie. Los llamados compromisos son una vergüenza. Es preciso resistir con vigor y sin temor. La hora es dura, pero en la constancia hallaremos paz.

Pero hay un margen que no decimos. ¿Para qué? Lo mejor no puede decirse. Es preciso callar, estar quedos, muy quedos y sosegados. ¡El sosiego! Es digno de conquistarse. El hombre fuerte, verdaderamente fuerte y sin alarde, sabe sosegarse. El silencio enseña el sosiego. Cuando aprendemos a callar...

Es admirable. La melodía sigue su curso sin violencia alguna. En lo más hondo la violencia no existe. En lo hondo siempre hay paz...

Descubrir, de nuevo, el desierto inmenso en el corazón. Pero hay más y más... En efecto, el corazón es ya la tierra prometida, es -efectivamente- la puerta del Cielo. El corazón es la mirada de Dios. No hay que olvidar que el corazón supera toda imagen y lo comprende todo... ¿Cómo morar o alojarse verdaderamente en el corazón? Es ésta una altísima sabiduría...

No hay que detenerse o quedar a mitad de camino en esta meditación. Sería una disminución notable no ver en el alma la apertura del Cielo, no darse cuenta que los ojos del corazón ven a Dios. Y, repito, siempre hay más: a saber, la misma Deidad está y es allí. Nada separa al corazón del Corazón. El Centro del alma es Dios.

¿Cómo haces para no marchitar las cosas con torpe mano? ¿Cómo, para -sin dañar el don de Dios- volver fecundo este o aquel paso? ¡Cuánto es el deseo de confundirse en el abrazo y no dejar fuera ni un solo palmo!
¿Cuál es la medida de las cos
as que recibes gratuitamente? ¿Hay medida en verdad o no existe? Pregunto a los aires, quisiera detener los vientos, reclamar algo, un poco de atención, al menos, del correr del agua...

¡Quédate y no te vayas! ¿No es esto lo que pedimos suplicantes a las fuentes, a las flores, a las aves? ¡No sigas tu camino sin detenerte! No sigas... ¡quédate! Que nada de ti se vaya... Que tu esplendor -¿sólo tu esplendor?- no, no, tú, esencialmente tú, totalmente, quédate para siempre.

¡Cuántos gemidos brotan del corazón! Desde nuestra morada también llamamos, clamamos no sé qué... Y nos parece que nadie nos oye, que nadie nos atiende...

Y sin embargo lo más próximo y cercano... es lo que menos se ve. Quien más nos escucha y nos cuida parece desentenderse a pesar de ser el más solícito...

No te dejes vencer u oprimir por las invitaciones y las aproximaciones indiscretas. Ten siempre el coraje de decir no cuando tu conciencia y tu libertad lo exijan.

Decir, pretender decir... ¿cantar? No lo sé. Esta o aquella frase, todo puede ser y es, de algún modo, poesía... Dios sabe que la soledad canta, que posee una melodía tan alta como nadie puede sospechar... También canta el deseo. Eso que no me atrevo a definir o a explicar...

Tú pusiste un secreto en lo profundo. Ahora llamas a esa puerta para que el deseo te abra. Yo sé que, ya -ya mismo- Tú estás tan dentro y, sin embargo, llamas una y otra vez. ¿Desde dentro o desde fuera? En realidad, ya lo sé, no hay dentro ni fuera, porque nada hay sino sólo Tú.

Encendido Amor siempre nuevo. Notas de armonía infinita... Que esto, aquello, no se detiene jamás...


Más aforismos y truenos de combate.

La Historia como camino ascético...

Sendas a la unión mística.


Del comunitarismo al comunismo no hay más que un paso. Es preciso, claro, que algunos tontos den un empujón.

La comunidad auténtica, entre los hijos de Dios, es comunión en el amor. No conoce otro fundamento ni halla otra explicación. Nunca será la ideología su razón de existir.

Alguien ha dicho, y con toda razón, que los grandes fundadores de Ordenes o familias monásticas y religiosas, San Benito, San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio, fueron -ante todo- Padres y, desde luego, en ninguna manera ideólogos. Y un padre verdadero sabe que puede tener un hijo... diferente.

La furia de reunirse, que se percibe en tantos hoy, no se debe solamente al deseo de escapar de la soledad, sino a la cobardía de quienes se disimulan en el anonimato de lo colectivo.

Las colectividades incipientes y con poca o ninguna tradición sólo persiguen un huero y descolorido nivel horizontal, sumándose unos a otros, como los borregos del cuento.

El celo por hacer todos juntos y molestarse por la autoría de una persona sola es otra manifestación, y no bien disimulada, de resentimiento. Muy frecuente en los grupos ideológicos hoy, revela un estadio primitivo y de inmadurez.

¿Por qué el hombre, con tanta frecuencia, se diluye con gusto en rebaños y grupejos? Tal vez porque en nuestros días el resentimiento y el miedo son signos evidentes de los tiempos.

Los torpes han invadido el santuario. La grosería todo lo atropella. El pudor desaparece... ¿Qué es todo esto? Quien lea y medite las Escrituras y sepa discernir la voz auténtica, no contaminada, de los profetas, sacará conclusiones luminosas... El tiempo pasa y los tontos, que siguen pescando en el Sena, no tienen poder alguno para detenerlo.

Las lecciones de la Historia son lecciones de humildad, dijo un poeta. Ahora bien, quien sea auténticamente humilde lo sabe, pero jamás presumirá por ello.

Desde lo hondo es mucho lo que puede descubrirse. Nada más sublime que esa hermosura que en todo y por todo brilla, aunque tantas veces se halle oculta.

Nada opone la contemplación a la lucha. Así como es posible gozar de la belleza también en el exilio.

No hay pensamiento sin historia, aunque los historiógrafos se expresen muy mal... La vieja urbanidad ha perdido todos sus derechos como el pudor y la quietud. La cortesía es flor preciosa de la Caridad... ¿Quedan algunos que lo tengan en cuenta todavía?

No se deje sorprender el peregrino... Hay quienes se han ejercitado durante mucho tiempo en la práctica de una escrupulosa caligrafia. Éstos, los que hacen buena letra, proceden -por lo general- con notable falsedad. Es frecuente, en los resentidos, la búsqueda de reparos y de bastiones que los protejan. Pero cuando pueden obrar sin las trabas que, aparentemente, los moderan, llegan a comportarse en modo sanguinario...

Hay quienes leen mucho los periódicos... Se ha dicho que es el único vínculo de una parte considerable de la humanidad con el invento de Gutenberg. No diré nada de ello. Pero lo cierto es que no se justifica de esta manera el largo aprendizaje de la escuela.

Nada tan urgente como descender hasta Sí... Desde lo profundo y en lo profundo. ¡Descendimiento maravilloso! Comporta una aceptación fundamental que brinda paz y alegría.

No se detenga nadie en juicios apresurados. Baje más hondo y hallará lo insospechable...

Por debajo de tantos sucesos que tejen y tejen, en la superficie, una red que parece terrible... Por debajo pues. Un plano, primero; luego, otro más profundo. Así, sin detenerse, hallando a cada paso honduras nuevas. ¡El universo que no vemos ni podremos divisar jamás con los telescopios o por medio de lo que cualquier día se invente! Universo interior y verdadero, digno de ser descubierto por el alma dolorida, más allá de cualquier mezquindad o temor.

No es necesario correr. Tampoco se ha de gritar. No sea que con la velocidad que llevamos pasemos de largo y con la violencia del grito ahoguemos... Su voz.

Has pretendido cubrir tu desnudez con un vestido que no te pertenece. San Benito dijo a Totila disfrazado: "quítate lo que no te corresponde..." ¡Cuántas son las máscaras que se superponen ante el rostro verdadero! Es necesario y urgente quitarlas y ante todo para cada uno, descendiendo, en silencio y con firmeza, en el secreto del propio interior... No ejecutes otro papel que no sea tu vida misma. El gigantesco drama de tu historia no consiente otra cosa...

La Historia no se identifica con ninguna suerte de progreso. La Luz está en el Origen y hacia allí vamos de camino a cada paso. Cada instante y jornada comienzan y acaban en el mismo y único Misterio y, de alguna manera muy honda, acontecen en Él. En Dios somos, nos movemos y existimos...

La Historia es un cuadro maravilloso contemplado de lejos, con cierta distancia, con cierta proporción. De cerca resulta de gran aspereza y aún de dolor, de dolor intenso, quizá por la sublimidad de su misterio.

¿Qué decir de la indiferencia agresiva? Es ésta hoy un alud del cual no sabemos la intensidad o las medidas. Los hombres se tornan adustos, absorbidos en una mala tristeza que se manifiesta con particular hosquedad.

No sé qué se pueda decir hoy de esa... indiferencia. Es la actitud repetida del distraído que, por lo general, se halla mal dotado para el amor. Podrán buscarse y hallarse explicaciones tranquilizadoras, pero que siempre serán insuficientes para hallar la solución de un mal tan grande. Es claro que, en nuestros días, surgen esas figuras o tipos... ¿Quedaremos en la simple observación? Una mirada, una atención nueva al Misterio y a la Escena de Getsemaní podría abrirnos el camino de la respuesta.

Aprende a renunciar. En cada despojo brotará una fuente nueva de admirable Gracia. Ningún espacio queda vacío. Quédate tú, sin alarma ni temor, allí donde estabas y hoy has sido desnudado. Es muy posible que lo sientas ¡y cuánto! Pero el Señor sólo puede regalarte cuando te dispones a ello. Dios no es causa de dolor sino la única y verdadera liberación de tus penas. Ten confianza.

No importa que... otros no te reconozcan ni te comprendan. Allá vayan todos y cada uno por el camino que llevan. La cuestión no se plantea allí ni de este modo. Tu alma, tu espíritu, es apertura infinita a Dios y esto no será entendido por quien no quiera entenderlo. ¿Otros? Fama di lor il mondo esser non lassa; / misericordia e giustizia li sdegna: / non ragioniam di lor, ma guarda e passa. (Dante, Inf. III, 49).

Deja. Que cada cosa siga su curso y busque su propio fondo, su propio centro. Tú mismo no llegarás a alterar ni a cambiar lo que no te incumbe.

Quieres llegar a la cima de aquel monte... ¡Cuántas veces hemos soñado alcanzarla e intentar, de nuevo, tamaña aventura! Pero no, no es esa cima nuestro destino. En medio del desierto vamos caminando y no acertamos a remontar vuelo alguno... Porque... A te convien tenere altro viaggio / rispuose poi che lagrimar mi vide, / se vuo’ campar d’esto loco selvaggio.. (Dante, Inf. 1, 88-91). Si quieres subir: anímate a descender, si quieres hallar: ten el coraje de perder... Quizá, más que en ninguna otra parte, en tu propia imaginación.

¿Descender? ¿Qué es eso de hacer otro viaje para librarse de este terrible lugar? Tal vez sea una prueba muy dura... Precisamente un descenso... Un paso a través y dentro de la Historia.

Es hora de despertar. Es la oportunidad... A pesar de las desilusiones que procura el ambiente extraño... No, no son los ambientes los que nos determinan. Cuando el hombre se sabe levantado por encima de ellos, halla su paz en los días escondidos.

Vivimos la hora, y cada instante, que, como todas las otras, desemboca en la Eternidad. La condición perecedera de este mundo se hace tan patente, y con tanto rigor, que cuesta trabajo admitir que no se la tenga en cuenta...

Cada vez y cada día reaparece la ventolera que todo se lo lleva... Lo escatológico merece especial cuidado y atención y no hay verdadera espiritualidad que lo ignore.

La vivencia profunda del fin consiste en el fecundo abandono en el presente, con la conciencia renovada de que el instante desemboca, inmediatamente, en la Eternidad. O, también (y mejor), que la Eternidad ya está presente en el instante.

La Eternidad, para el corazón abierto en Dios, es ya, hoy y ahora. ¡Misterio formidable! Es como el instante en la confesión del mártir. Participa, sí, lo cotidiano de la plenitud que lo acaba y le da fin y sentido. Todo tiende y se ordena. Todo se recibe; es dado; es don... Fin y Origen.

El enemigo que nos combate viene disfrazado y cambia, frecuentemente, su máscara, sus gestos y sus posturas. En los días que corren es en todo necesario ver un tanto más allá, o más hondamente, y no quedarse en la apariencia de cosas y actitudes.

El asunto de la llamada inculturación puede constituir un terrible engaño para los no advertidos. Ahora hay quienes pretenden una suerte de reviviscencia del antiguo paganismo juzgándolo tradicional. Eso que ocurre en Europa es similar al llamado indigenismo y a todos los gustos prehistóricos, hoy tan de moda.

Porque la vida según el estilo primordial de las cavernas es defendido por los más furibundos actualistas y futuristas, progresistas, al fin y al cabo, en el retroceso colectivo que se sigue al abandono de la Fe.

La Fe es la mayor creadora de cultura que haya conocido y conocerá la Humanidad. La Fe precede la cultura, en el sentido de que todo lo transforma y transfigura. Así, el lenguaje de los Padres de la Iglesia, a pesar de haber adoptado expresiones de la Filosofía, ha mudado su contenido, convirtiéndolo verdaderamente en obediencia a la Fe.

El pueblo que pretende surgir como resultado de una utopía, prescindiendo del tiempo o de su pasado, está destinado a un fracaso, que sólo es superable si posee colectivamente una magnanimidad proporcional a aquella misma utopía en la cual quiso gestarse. De lo contrario pagará el duro precio del resentimiento.

Se ha dicho que las mayores empresas, las obras más grandes, resultan casi siempre inacabadas o terminan, prematura-mente, en una suerte de fracaso. Desde luego que no parece muy consoladora semejante afirmación. Pero quien pueda ver más allá y otear el horizonte de la vida y de la Historia, se dará cuenta -tarde o temprano- de que en la pérdida está la victoria. Es imposible pasar adelante, con las ambiciones de ayer, sin la saludable purificación del desengaño.

¿Dónde estamos? ¿Por dónde vamos? La respuesta cruda y hasta materialista no nos interesa demasiado, sólo lo suficiente. Atendiendo a la realidad más honda nos responderán el amor y el deseo...

No nos dejemos convencer por las voces demasiado normales y aceptadas. No es el incidental consenso ni la mayoría caprichosa quienes llevan la razón. Tampoco los lugares comunes... Vamos más allá, aún más adentro. El tesoro siempre se halla escondido.

¿Y la simpatía? Quizá el hombre, en medio de su angustia, necesite muchas cosas. Es imposible dar cuenta de todas ellas. Pero a todas, y a cada una, las espera y las ansía recibir acompañadas de una sonrisa.

El saludo amable y reverente es signo de nobleza. ¿Se ha meditado esto cuando estamos envueltos en un alud de hosquedad y grosería? De la benevolencia manifestada a nuestros prójimos está sembrado el camino del Cielo. También de respeto y de delicadeza.

Abriéndonos camino por esta terrible jungla llegamos a percibir una luz muy bella, que brilla desinteresadamente y no se muda por el capricho humano. Animémonos a descubrirla, teniendo en cuenta que se halla más allá de nuestras sombras y fuera de la caverna.

Hay una suerte de urbanidad que Dios ha regalado al hombre. Consiste en superar los escollos sin muecas ni protestas, sin reivindicar las posiciones anteriores. A esta bienandanza estamos invitados: abrazando los caminos con mirada pura y callando ¡tantas veces! ante la agresiva necedad.

Busca tu reino en tu interior. Allí está el único Rey. No cejes en caminar ¡adentro! y siempre más adentro. Que la luz es allí siempre nueva y todo lo inunda y todo lo quema.

No te arrepientas ni lamentes el regalo ya hecho. No es bueno retroceder aunque nadie te reconozca, aunque nadie lo sepa.

El abrazo de Dios

La espesura de la selva nada quita a la claridad del sol. Sal y déjate iluminar, no pretendas encender otra lámpara; sería muy torpe y errarías el camino.

La Luz todo lo llena y lo invade. Desde luego cuando halla el espacio dispuesto. No opongas resistencia. Déjale el camino abierto. Hazte transparente y diáfano...

En efecto, no son necesarios ejercicios infinitos ni pasos innumerables. Nada de eso. Es urgente, en cambio, oír y ver lo que nos es dado; dejar, sin temor, el corazón abierto para que de él se apodere y en él se introduzca el fuego.

Dejarse iluminar... Salir o entrar a Dios. Dejar que Dios venga, entre y sea en lo más alto del espíritu, en lo más agudo y fino del alma. Y todo lo transforme a su placer y lo levante hasta Sí y en Sí lo lleve, lo tenga y lo guarde. Que ha de llevar a cabo hasta el fin su obra y encenderá el deseo de alcanzarle, de recibirle y de gozarle en cada instante, que es Aurora del corazón que ya sólo se descubre y está en Él y sólo puede recibir a Él, que es su Vida, su Alma, su Todo. -Llama de Amor Viva que tiernamente hieres el alma en su más profundo centro!

La memoria, cada vez, presenta la Realidad más escondida. Es una suerte de noticia bienaventurada que atraviesa el tiempo y la historia. Y dice lo que ya sabe, y ha de recordarse, a cada paso, con aspiración de más...

-Señor, enséñanos a orar! -Deja todo cuidado entre las azucenas olvidado... Que estas palabras de San Juan de la Cruz nos valgan aquí como respuesta válida para todas las preguntas que nos salgan al paso. En efecto, cuando pretendamos explicar con ingenio o con conceptos lo que va por otro cauce muy diverso. ¡A orar aprende orando! En el desierto aprende a orar... Allí donde no has de usar figura ni artificio alguno.

Tu mejor instante es el que juzgas desconcertante. Es el que Dios te regala ahora mismo. No te has dispuesto, quizá, inmediatamente a la oración o a la contemplación. Y, sin embargo, te hallas en ella... El viaje sólo demora en intensidad y en decisión. Si el Señor te lleva por el descenso, déjate llevar. No pretendas sitio o lugar nuevo e ideal. El lugar... eres tú mismo y no lograrás ver, con los ojos de la carne, el coro celeste que es tu corazón. Pero ya lo sabes... ¿Qué necesidad de más?

No permanezcas en los dichos ni atiendas las murmuraciones. A veces se producen bajos ronquidos de escasa armonía... No des importancia a las dimensiones de los zócalos y ten bien presente que nadie tendrá poder sobre ti si tú mismo no se lo otorgas.

La belleza interior es intangible. Aventúrate por esos senderos de la soledad. Con la sola mirada, si quieres, conquistarás el reino más maravilloso... Valora lo que conoces y aprende -siempre- a amar más.

Ora desde lo profundo de tu corazón y de tu sitio. Tu fatiga puede elevarse, si quieres, a una altura insospechada. Si te descubres o te sabes ya, de algún modo, abandonado, abandónate aún más y escóndete en el Corazón de Dios.

Contempla el desierto sin fronteras de tu alma. ¿Sabes? estás allí escondido. En realidad no lo ves ni lo reconoces... ¿Para qué? Pero Alguien te ha traído y levantado hasta este desierto para hablar a tu corazón.

Libérate de ti ... ; quiero decir de ese ego falso que pretende tantas cosas y que, en realidad, no eres tú... ¡ni en sueños! Desciende, en cambio, a esa ermita que ha dispuesto Dios y que está en Dios... ¡Esa misma eres en verdad!

Más adentro... Allí es donde, en verdad, te encuentras. Porque no eres lo que sospechas. O, mejor, no eres quien piensas. Descúbrete nuevo en la mirada de Dios... Hay un sí-profundo que en el Corazón de Dios -como Juan- se recuesta... Y no digo más, que no es necesario, porque el Espíritu, que nos ha sido dado, te habla en el silencio.

Más adentro, otra vez. No has de conformarte fácilmente. Si no eres conciente... ¿qué importa? ¿Lo eres, acaso, en tus sueños? Pues toda la vida es sueño y los sueños sueños son ... ; lo digo con las mismas palabras de Segismundo...

Cuando llega la hora del dolor

Frecuentemente no la aguardarnos... Pero ¿qué hacer con las sorpresas desagradables? Mucho hemos de sacar de las horas más duras. No se trata de afirmar lo imposible sino de hablar con franqueza arraigada en la Esperanza. Y ha de saberse que esta misma tarde o, quizá, mañana o, a lo sumo, luego de un poco de tiempo más, el paisaje será distinto porque todas las puertas no están cerradas.

La hora del dolor es la hora de la esperanza. ¡Cuánta lucha empeñaremos en ello! Pero es necesario atender en este Misterio, prestar atención y adherir a la Voluntad de Dios. El Señor no nos engaña en los caminos exteriores. La Historia, como lo hemos ya dicho, es un tejido a propósito para nuestro bien.

Los ojos de Dios penetran nuestras entrañas ¡tan hondo! que allí ellos mismos se espejan y redescubren. En esas mismas profundidades descansamos en una Cruz que comporta un dolor victorioso. ¿Nos animamos a repetirlo y a confiar? ¿dejaremos, alguna vez, de temer y amontonar reparos y recaudos? ¡Dolor victorioso! ¿Dónde está, muerte, tu victoria?

Es en la Cruz donde se nos promete que hoy mismo estaremos con Él en el Paraíso.

El sufrimiento será una oración constante. Son las nubes del incienso que arde y asciende y todo lo llena con su perfume... ¡Señor, quiero orar siempre!

Por lo general, no se supone sufrir mañana más que hoy. Tal vez el temor pueda reducir nuestra resistencia... Pero lo que sí hemos de aguardar y, más aún, imponernos, es lo siguiente: esperar mañana más que hoy.

La confianza en Dios, el abandono, ha de caracterizar las horas y los momentos más severos. Pues todo acontece a nuestro favor. Y si los hechos nos determinaran a la resistencia o a la lucha, no dudemos un instante y arrojémonos en Dios.

No, el dolor no es un lugar que podamos simplemente ambicionar o que rechacemos con nuestras solas fuerzas... Se trata de un misterio que trasciende nuestras definiciones o nuestros intentos de explicar... Entrar en el ámbito de un misterio comporta disponerse a nuevos descubrimientos y a la apertura de caminos insospechados. No, no todo termina, así no más, con el dolor o con la situación difícil. Por el contrario, el horizonte se abre precisamente donde me parece que se cierra...

A veces la libertad se halla en el sufrimiento, en la hora difícil... Quizá porque en esos instantes nos vemos ante una decisión; o ante la urgencia de la apertura que nos conduzca al camino por donde Dios nos quiere. Supone, desde luego, una suerte de arrancón que duele y mucho. Pero el hombre se levanta con ello por encima de los condicionamientos que lo detienen en su andar. Porque el bien precioso ha de tener, en tantas ocasiones, espinas como las rosas... Porque estamos llamados a rescatar...

La hora difícil es aquella más promisoria. ¿Es posible alegrarse al mismo tiempo que se sufre? No diré que sí. Pero es muy recomendable que la memoria nos desvele y nos haga presente, de alguna manera, en los instantes de dolor, la fecundidad de éste y la victoria que nos aguarda.

No es fácil el combate... ¿Y porqué habría de serlo? Todo comienza en un punto y termina en otro... Uno primero y el otro después. Es muy posible que lo emprendido no se lleve completamente a término... Pero la gloria no consiste en acabarlo todo. La obra inconclusa (toda obra lo es) le deja su plenitud a Dios.

Magnanimidad y camino de amor

Alguien dirá que ha ganado un premio. Otro replicará que eso nada vale. Un tercero sospechará del valor del primero y aún podrá negar la veracidad del hecho... ¡Dios mío! cuando se llega a semejante extremo es preciso pedir perdón por no alegrarse del bien ajeno y por dudar -¡a veces obsesivamente!- del bien de los demás. Mientras que es de corazón magnánimo aceptar con gozo que alguien sea capaz de lo que él mismo -tal vez- no pueda.

Cuando te admiras y te alegras por el bien o la bienaventuranza de alguien, de algún modo, lo haces todo tuyo, más que si te perteneciera... ¡Tanto valen el desinterés en el corazón y la grandeza del ánimo!

Inclínate, siempre, a creer bien de los demás. Goza con las virtudes de los otros. Anima a todo el que pasa o cruza tu camino. Disculpa a quien se equivoca y nunca seas tardo en perdonar.

Nunca ahorres una sonrisa. ¡Que llevas a Dios en tus entrañas! Tampoco te ofusques en tu apuro. La prisa en ir de aquí para allá no te conduce al cielo.
Cuando vayas a algún lugar no lo hagas por costumbre o por simple rutina. Cada paso por esta vida es diferente y único. Contempla, más bien, la misericordia de Dios en tu camino y bendícele por ir con Él.

Aprende a oír con modestia. Deja que las palabras te transmitan el secreto que encierran... Un alma abierta a la verdad está -siempre- dispuesta al asombro. Gózate con el bien y no tropieces con la... nada.

Huye las ocasiones de la murmuración y del desvarío. En la horas aciagas aprende a guardar silencio, imitando así la intimidad y hondura de tu alma.

Callando... vencerás más fácilmente, aunque no lo creas. La verdad, tarde o temprano, brilla ...; aunque tú mismo no la veas.

Lucha y conversión

Apréstate para el combate. Has de resistir la prueba y la tentación. Conviértete a cada instante; a cada instante arrójate y abandónate en el Señor.

El Señor no se muda. Ten confianza y no temas. Déjate alcanzar cada vez. Como decía un Cartujo: si tuvieras la certeza de que Dios te ama ya serías un santo.

¿No recuerdas que debes volverte niño pequeño? Así recobrarás la inocencia, si la perdiste alguna vez... ¿No has descubierto la dicha de ser -siempre- principiante? El que comienza, el que nace, es quien más admira... ¡Alabado sea Dios!

La conversión es un movimiento constante del alma. Retorna, vuelve a casa sin cesar. Más aún, renace porque el mismo Verbo de Dios nace en lo más hondo de ella.

La lucha, la resistencia a los asaltos de los sitiadores, no ha de quitar la paz. Léase la Vida de Antonio y se verá hasta dónde llega la guerra... Pero los enemigos no pueden más y, bien mirado, no logran nada... Porque donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia.

No se asuste, el peregrino, de los fantasmas con los que topa. La persecución es necesaria y la incomprensión también. El discípulo no es mayor que su maestro... Pero tal es la escala que asciende de gracia en gracia. Guarde el secreto en su corazón y no se detenga a mirar hacia atrás.

Los fantasmas te perseguirán en una parte o en otra... Pero no hay que detenerse en lo que no existe. La mejor manera de convertirse sin cesar es asumir, con devoción y coraje, la realidad profunda y, desde allí, levantarse en plegaria.

La inocencia perdida se recupera en la infancia espiritual.

Volverse como un niño muy, muy pequeño, que no sabe nada y sólo se abandona a su madre. Si te vuelves como un niño habrás vencido... Eso sí, vivirás de la certeza de que Dios no se muda y te ama infinitamente.

Ten compunción y aprende en la escuela de la misericordia. Dios ha tenido misericordia de ti, tú tendrás misericordia de todos...

Conviértete y permanece fiel. No abandones tu dedicación a la misión que llevas porque otros te disuadan alegando obligaciones novedosas. Nada de eso. Permanece fuerte y firme en la soledad de Getsemaní.

En muchas ocasiones... puedes quedar a oscuras. Con ello el Señor quiere mostrarte que sólo Él es la Luz. ¡Cuánta luz hay en el corazón! Y es suficiente dejarse alumbrar.

Ubícate más allá de toda limitación. No atiendas a lo que te parece conveniente. Usa de todo con olvido y libertad. Cuando percibas alguna ausencia recuerda que te hallas por encima de ella.

Un desierto nuevo

De camino, descúbrese la soledad nueva. En efecto, no se percibía antes de ayer. Tal vez los picachos demasiado altos o la aridez o el viento ¡qué importa! Pero hoy hemos visto la irrepetibilidad de los pasos y de las horas. Hoy se descubren honduras que no tienen posible imitación...

A pesar de apariencias y de fantasías, redescubrimos la insondable profundidad del corazón cuando logramos probar el sabor de lo incomunicable.

Este horizonte es maravilloso e infinito... Es el Amor quien lo ha abierto. En la Fuente misma brota una sonrisa que todo lo vence y lo atraviesa. Y envuelve y penetra, con su encanto, a quien halla a su paso y le da posada.

En el desierto descubrirás que, en tus días, ni te festejan ni te aplauden... Quizá no percibas eco alguno y si quisieras publicidad fracasarías... Olvida los ecos, las proyecciones y las consolaciones de semejante estilo. Déjate, en cambio, arrebatar por la acción de Dios.

Si quieres ser perfecto -¿recuerdas estas palabras del Señor?- ve, anda, y déjalo todo... y vuelve sin esto o aquello, sin reparos y sin máscaras, sin nada que no sea tu pura y simple soledad.

Muchos lamentan no hallar discípulos... Y quizá tienen razón. Tal vez en nuestros días no se obtenga sucesión con facilidad, porque todo parece estéril. El trabajo insistente y fatigoso de la tierra no da los resultados que se esperaba obtener... Pero ¿es aquél el campo verdaderamente fértil? Hoy, en cambio, descubrimos la asombrosa fecundidad de la soledad siempre nueva, que amanece, silenciosa, en la mirada providente de Dios.

En el desierto, más que en ninguna otra parte, cada hora vale por sí misma y, todas ellas, proceden de la única Hora del Señor.

El lenguaje verdadero

Buscábamos palabras o una nueva fidelidad. Pero sólo logramos hallarlas cuando abrimos el corazón para recibirlas.

La Palabra es don... Nuestra creación consiste en ser creados por Ella.

La Palabra nos precede. La Palabra es primordial. La Palabra es eterna. En el principio es el Verbo... Todo lenguaje es un balbuceo que de Aquél procede y transforma. Todo lenguaje dice referencia a Él, y si es válido, a Él sólo muestra y aproxima y en Él sólo introduce o a Él sólo abre las puertas...

La única lengua original es el Verbo. Los lenguajes no son otra cosa que traducciones, más o menos fieles, en la medida en que se proponen una renovada transparencia.

Llevamos la Palabra en el corazón. Ha venido y viene, cada vez, a cada instante, a morar en lo más hondo. Su Espíritu crea una connaturalidad nueva, descubriéndola -como la aurora- iluminada por el sol que nace...

La Belleza nos precede. Como columna de Fuego y de Gloria. Fuego que está en el corazón y allí arde, quema y transforma. La Palabra prorrumpe en hermosura. Fuego que asciende en Llama...

No son los comentarios de los hombres los que, en realidad, interesan. Tampoco las glosas interminables de parlanchines y maestrillos. Es grave error aguardar siempre la aprobación o el aplauso... Apetezcamos cada vez esa palabra despojada que, plena de belleza, resuena en la soledad del corazón.

La Palabra tiene predilección por el Desierto. En el silencio surge, en la soledad resuena la Voz como brisa delicada.

Desierto e inmensidad

De nuevo, oteando el horizonte... ¿Qué hay más allá? Quizá en este plano... nada. Decía Hugo de San Víctor: es delicado aquel para quien es dulce su patria; es fuerte quien en cada lugar la encuentra; es perfecto aquel para quien todo el mundo es exilio. El primero fijó su amor en una parte de la tierra, el segundo lo distribuyó en muchos lugares, pero el tercero aniquiló en sí el amor del mundo. (Didascalicon III, 19; PL 176, 778).

En el exilio, camino del Cielo. Pero cuando todo se ha dejado y abandonado y nada turba ya el interior silencio, cuando más que estar unido se es uno... Qui autem adhaeret Domino, unus Spiritus est (I Cor. 6, 17).

Dijo Dios... "sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que yo te indicaré" (Gen. 12, l)... Anima, nam ubi amat ibi est, recuerda el Maestro Eckhart y fray Luis de Granada: Tiene otra excelencia la caridad, que es unir al hombre con Dios y transformarlo en Él. Porque como dice San Agustín, el amor es vida que ajunta al que ama con la cosa amada y de dos cosas hace una (..) Por donde dijo muy bien Platón, que el que verdaderamente ama, está muerto en su cuerpo propio y vive en el ajeno (Adiciones al "Memorial de la vida cristiana" c. 1). El paso de dejarlo todo y quedar en nada para abrazar a solo Dios y dejarse hacer uno con Él, es el ritmo y el latido del Desierto.

Aquel, para quien todo el mundo es un exilio, sabrá hallar el desierto y la soledad en todas partes.
Si quieres ser fecundo deja a Dios engendrar a Dios en tu corazón.

Oración del Maestro Eckhart

¡Oh alta riqueza de la naturaleza divina!
muéstrame tu camino, el mismo que en tu sabiduría has dispuesto,
y ábreme el tan precioso tesoro al que Tú me invitas:
comprender con ‘inteligencia sobre toda creatura,
amar con los ángeles y ser íntimo familiar de tu hijo único,
nuestro Señor Jesucristo,
heredar de Ti y acogerte según tu sabiduría eterna.
Y, con tu auxilio, ser preservado de todo mal.
Pues Tú me has levantado por encima de toda creatura
y has impreso en mí el sello de tu eterna imagen.
Tú has vuelto mi alma
inasible a todas las otras creaturas
y nada has creado a Ti más semejante
que el ser humano según el alma.
Enséñame a vivir de tal manera
que nunca me encuentre sin Ti
y que el flujo de tu obra amante en mí jamás halle obstáculo.
Que yo nunca me rinda
a ningún deseo fuera de Ti.
Señor, tu espíritu es inasible a toda creatura
y Tú espiritualizas el alma
para que, en su condición espiritual,
sea levantada sobre toda creatura,
de suerte que por tu sabiduría eterna
se baste según tu voluntad divina
y que en la gracia sea liberada
de cuantas imágenes indignas
haya podido absorber en ella.
Pues Tú has hecho tuya el alma según tu naturaleza
y la has emparentado contigo.
Guárdala, pues, para que no se establezca en ella
nada que no seas Tú mismo.

W. Wackernagel
(The Prayer of Meister Eckhart en
Eckhart Review n. 7 (1998) p. 39-40)